Zinaida Serebriakova

Zinaida Evgenievna Serebriakova nació el 10 de diciembre de 1884 en la finca de su familia Neskuchnoe, cercana a Belgorod, Rusia.

Estudió en la Escuela de Arte que había fundado la princesa M. K. Tenisheva, entre, de 1901 a 1905, teniendo como maestro a Iliá Repin y al pintor de retratos Osip Braz.

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Residió un tiempo en Italia, y entre 1905 y 1906 completó su formación en la Académie de la Grande Chaumière en París.
En 1911, se unió al movimiento “Mir Iskusstva”, aunque sobresalió de los demás miembros del grupo, gracias a sus cuadros de escenas de género y temas populares, y por la armonía, la plasticidad y la naturaleza con que dotó a cada uno de sus cuadros.

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De 1914 a 1917, pintó una serie de obras muy queridas por ella de la vida rural de Rusia, en los que plasmó el campo ruso y sus campesinos y el trabajo de estos; de entre ellos destacan: “Campesinos” y “Chica campesina dormida”, pero la más importante, sin duda es “Bleaching Cloth”, en el que Serebriakova, demostró su gran talento como artista.

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En 1917, tras el estallido de la revolución rusa, cambió por completo su plácida vida en Neskuchnoe; su esposo, fue encerrado en las cárceles bolcheviques, donde murió de tifus, quedando al cargo de sus cuatro hijos y su madre enferma, sin apenas medios para subsistir. Su hacienda había sido saqueada, por lo que tuvo que renunciar a pintar al óleo y recurrir a técnicas que requerían materiales más baratos, como el carbón o el lápiz.

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De esta época es “Cámara de tarjetas” en el que pintó a sus cuatro hijos ya huérfanos. En 1920 pudo trasladarse a un apartamento de Petrogrado donde coincidió con artistas del Teatro de Arte de Moscú, por lo que su obra de esos años son en su mayor parte para escenografías teatrales.

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En 1924, marchó a París de donde había recibido el encargo de pintar un gran mural, pensando en regresar a Moscú al finalizarlo, sin embargo se vio obligada a permanecer en la capital francesa, a la que solo logró traer a sus dos hijos más pequeños, Alexander y Catalina, a los otros dos más mayores, no pudo verlos en muchos años.

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A partir de 1928, viajó a África, donde pintó una serie de cuadros de paisajes y retratos con atuendos étnicos. Así mismo, tiene otra serie dedicada a pescadores bretones.
En 1947 logró la nacionalidad francesa, y hasta 1960 no se le permitió entrar en Rusia para poder ver a su hija Tatiana que era pintora de escenografía en el Teatro de Arte de Moscú.

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No fue hasta 1966 que sus obras pudieron exponerse en su tierra natal, Moscú, Leningrado y Kiev, con las que tuvo un rotundo éxito. Sus catálogos se vendieron por millones, cifras solo comparadas con los de Sandro Botticelli y Pierre Renoir.
Ella envió a Rusia algunos de sus cuadros, pero la mayor parte de su obra está en Francia.

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Nunca le gustó pintar a modelos profesionales en sus cuadros, por lo que a excepción de los retratos que realizó de su familia, amigos y miembros de la nobleza rusa exiliados en París, por lo que posaban para ella miembros de su familia, sus propios hijos, incluso para sus magníficos desnudos. Además pintó un buen número de autorretratos.
Murió en París el 19 de septiembre de 1967, cuando contaba 82 años. Está enterrada en el Cementerio ruso de Sainte-Geneviève-des-Bois de la capital francesa

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Canción

Autor: Nicolás Guillén

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¡De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera !
(Yo, muriendo.)

Y de que modo sutil
me derramó en la camisa
todas las flores de abril

¿Quién le dijo que yo era
risa siempre, nunca llanto,
como si fuera
la primavera?
(No soy tanto.)

En cambio, ¡Qué espiritual
que usted me brinde una rosa
de su rosal principal!

De que callada manera
se me adentra usted sonriendo,
como si fuera la primavera
(Yo, muriendo.)


Poco a poco se hace la luz en tu vestido…

Autor: Baldomero Fernández Moreno

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V
Poco a poco se hace la luz en tu vestido,
la noche de tu traje se disuelve en la aurora.
La primavera próxima te regala su flora,
su ligereza el aire y el agua su latido.

LXX
Profunda, ardiente, plástica, flexible,
casi palpable como miel sonora,
más que sobre tus ojos o tus labios,
sobre tu voz, te reconstruyo toda…

VI
La ciudad, que ya empieza, alondra blanca, a amarte
te dibuja la cara, y más te la ilumina,
con pinceles mimosos, con delicado arte
como nunca lo haría la acuarela más fina.

Y te pinta de azul y de verde y de rosa
según sea el aviso que surge a nuestro paso.
Te desmaterializa, te torna mariposa,
como ninguna aurora, como ningún ocaso.

XII
Sólo con apoyar el codo en una mesa,
acordarme de ti y mirar al vacío
y ver brillar en él tu cabellera espesa
que a veces es un lago y a veces es un río,

me lleno de palabras, me lleno de ternura,
primaveral manzano en mitad del invierno.
Pero hay que soñar poco y escribir con mesura
que se trata de ti, es decir de lo eterno.

LV
Adoro tu manera menudita y brumosa,
hecha de pizcas grises y dorados reflejos,
de oscurecer el sol y de velar la rosa,
de mirar a los pies, y mirar a lo lejos.

Me gusta verte quieta, fundida en el paisaje,
maraña de ladrillo, de sauces y de río,
inmóvil en la hoja lóbrega de tu traje….
fundida en el paisaje pero al costado mío.

LXXXII
El cuello se te llena, amor, de corazones
si rozo tus mejillas. Como un agua palpita.
Traduce dulcemente todas tus sensaciones
con una precisión admirable, infinita.

Detrás está la noche y los ramos copiosos
y mi brazo, y en él, tu cabeza perdida.
Los ojos apacibles se tornan dolorosos
y no sé si te vas o vuelves a la vida.

 

“Borges privado”: diálogos con María Kodama (fragmento)

Luis Dapelo: ¿Cómo era el Borges privado?

María Kodama: Su vida era muy simple, era como la de cualquiera de nosotros. Se levantaba, escribía, si tenía ganas recibía a los periodistas, a los estudiantes por la mañana y después almorzaba a veces con algunos de ellos. Por las tardes corregíamos los textos que él había comenzado el día antes o esa mañana. Una vida normal: íbamos al cine, salíamos a caminar, comíamos con amigos o solos, dependía de los programas o actividades del día.

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LD: ¿Cómo era la personalidad de Borges?

MK: Borges tenía una personalidad fascinante. Era una persona fundamentalmente libre y yo diría que, desde mi punto de vista, la definición que mejor le cabe es la de un ser libre y fuerte como para poder ir en contra de la corriente y sostener, a pesar de la contracorriente, sus ideas, mientras él creía en esas ideas y estaba convencido que eran ciertas y dignas de lucha. Pero, si se daba cuenta que estaba equivocado, no tenía ningún inconveniente en reconocerlo, lo cual es muy difícil de ver en la gente. Lo hacía públicamente y daba la razón al contrincante si la tenía. Entonces yo creo que eso es realmente admirable. Además, era un ser con firmes convicciones en lo que respecta sobre todo su propia vocación. Él siempre supo y tomó como su destino ser un escritor. Lo supo desde muy chico y eso también marca toda una personalidad, una fuerza increíble, dado que su camino no fue tan fácil y, en realidad, el reconocimiento comienza para él recién cuando tiene 60 años…

LD: Cuando recibe el Premio Formentor que da un gran impulso a la difusión de sus obras…

MK: Así es. Entonces todo ese reconocimiento de la intelectualidad que le fue dando hace que él comience a surgir a una edad en que otras personas, habiendo iniciado tan joven como él, ya tienen una carrera consolidada. Él la tenía consolidada por lo que respecta a su trabajo. Pero ese reconocimiento, que empieza a ser mundial y que estalla un lustro después de viajes que comienza a hacer y de las conferencias que va dando, muestran toda la fuerza interior que él tenía. Justamente, esa fuerza la demuestra la obra, es decir, la fuerza o la debilidad de un ser creo que está dada por la obra que deja, por lo que hace, en el terreno que le toque a esa obra, ya sea intelectual o artesanal o en la más aparentemente menos brillante de las cosas. Pero yo creo que eso es lo que uno va dejando y lo que él ha dejado muestra cómo es libre interiormente, a pesar de que, a veces, tenía ese aspecto tan frágil que podía ser mal interpretado. La gente podía llegar a pensar que no tenía carácter, que estaba sometido por su madre y por mí, pero todo eso no es así. Él era un ser totalmente libre y su obra lo demuestra, su obra demuestra esa fuerza interior y esa libertad.

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Luis Dapelo: ¿Cómo fue su encuentro con Borges?

MK: Bueno digamos que hay tres encuentros: uno auditivo, que fue cuando yo tenía cinco años y una profesora me daba clases de inglés. No sé si aprendí el inglés con ella, pero sí muchas cosas porque era una persona muy fascinante. El método que tenía esa señora consistía en leerme en inglés lo que ella estaba leyendo y luego hacer una traducción comprensible para una criatura de cinco años, y seguir adelante con su texto. Ese era el método y esa señora, cuando yo tenía cinco años, me leyó los dos poemas ingleses de Borges, uno de los cuales, según lo que ella me explicó y lo que podía entender, me impresionó muchísimo. Poco tiempo antes, ella estaba leyendo César y Cleopatra de Shaw y entonces me hacía una descripción adecuada para una criatura de cinco años, de lo que era César, de lo que significaba ser emperador y máxima autoridad para los romanos, de lo que había hecho ese hombre y de su amor por Cleopatra. Todo eso como si fuese un cuento para una niña de 5 años. Luego me leyó esos poemas y, en tres o cuatro versos, vi un ser o algo que era totalmente opuesto a eso que me había descrito como la personalidad de Julio César. Y esa personalidad, que ella me presentó en palabras simples para que yo las pudiera entender, me fascinó. No logro entender por qué. Quizás porque yo era una criatura muy solitaria y quizás sentía como una proximidad de amistad, de empatía por alguien que podía sentir las cosas como yo las sentía en ese momento. Y eso ocurrió cuando tenía cinco años.

LD: ¿Cómo se produjo el segundo encuentro?

MK: El segundo se produjo cuando yo tenía doce años. Como yo quería estudiar literatura y ya escribía, un amigo de mi padre pensó que era muy importante que yo conociera a ese hombre que admiraba, que para él era el máximo escritor. Entonces, por lo menos una vez en la vida, yo tenía que escuchar a ese hombre y verlo. Asistí a una conferencia de la cual no entendí absolutamente nada, por supuesto. Pero si bien no entendí nada, ciertas cosas me llegaban. La palabra, la poesía, la literatura, la filosofía son como la música, es decir, sonidos y en la entonación de la voz de alguien que dicta una conferencia hay, de todos modos, algo que despierta en nosotros determinados sentimientos o emociones. Luego salí de la conferencia, me lo presentó este señor, se acercó, lo saludé, le di la mano y me fui como cualquier otra persona.

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LD: ¿Y el tercero?

MK: El tercer encuentro fue un día mientras yo estaba caminando por Florida. Lo vi, me acerqué, como una chica de dieciséis años, un poco atolondrada, que tiene esos recuerdos que en ese momento se hacen más precisos de esa persona, y le dije que lo había escuchado una vez cuando era chica, que me acercaba para saludarlo y ahora era grande. Él, no sé por qué, evidentemente por la voz, se había dado cuenta de que no era tan grande y me dijo que yo debía ser una persona adulta. Le respondí que sí y me dijo: “le hago una propuesta: ¿quiere estudiar anglosajón?” Yo le dije que sí e inmediatamente me di cuenta que no tenía ni la más remota idea de qué era eso. Le contesté que yo no sabía qué era eso, él se rió y me dijo que eso era el inglés antiguo. Le pregunté: “¿Shakespeare?” y él me dijo no, mucho más antiguo. Desde ese momento empezamos a estudiar y nos veíamos en la Fragata cerca de la calle San Martín, en distintos bares que hoy han desaparecido. A veces también en el Saint James que ya no existe. Él llegaba con los libros y con el diccionario -todavía caminaba solo en esa época por la calle- y comenzamos a estudiar el anglosajón. Después la vida fue tejiendo toda una historia. Elegí el irlandés e inició a dictarme algunas cosas. Traía libros para ayudarlo a refrescar datos para preparar las conferencias y, bueno, la vida siguió tejiendo toda esa historia maravillosa. Yo, paralelamente, terminé el secundario, cursé mis estudios en la universidad, tenía mi trabajo y me dividía el tiempo en una vida tan complicada como la que tengo ahora pero muchísimo más feliz por supuesto.

LD: ¿Cuánto duraban esas lecciones?

MK: Ah, eran infinitas porque, por ejemplo, cuando terminaba el colegio y los deberes, nos encontrábamos por ahí a las cinco, a las seis de la tarde, cuando él y yo podíamos. Porque, a veces, yo me escapaba. Bueno podía durar hasta las siete o más tarde, según los compromisos que él tuviera.. No era una cosa fija ni rígida. Por suerte con él nada era fijo ni rígido. Todo se daba, digamos, espontáneamente. Era maravilloso.

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LD: Cuénteme de las amistades de Borges.

MK: Bueno, Borges tenía muchísimos amigos y yo conocí a muchos de ellos. Por ejemplo, sentía un profundo afecto y admiración por Carlos Mastronardi, un poeta muy querido por él, muy amigo de él y creía que no había tenido el reconocimiento que merecía tener. Me acuerdo que yo lo acompañé, que él lo sintió mucho cuando falleció y lo velaron en la Sociedad Argentina de Escritores. Era una persona a la que él tenía mucho aprecio. Después en otro tipo de relación de amistad no tan profunda pero que él siempre decía que era muy agradable estaba, por ejemplo, Mujica Láinez. Borges decía de él que era la persona que estaba no solamente en los malos momentos sino que también era el primero en llamarlo y alegrarse por los buenos momentos. Digamos que no se veían nunca salvo en eventos oficiales y, sin embargo, cuando Borges recibía un premio o en cuanto Borges tenía una operación de la vista, me contaba que Mujica Láinez era el primero en llamar. O sea que no siempre se veían pero había un afecto profundo y una preocupación constante por parte de él. Bioy Casares con el que bueno colaboró en las obras y se frecuentaron mucho. Luego con Silvina Ocampo tuvo una amistad muy entrañable y admiraba mucho lo que hacía. Borges decía que Silvina, por ejemplo, era realmente una creadora porque había hecho una pintura y una exploración sobre todo del mundo de la infancia, del mundo perverso de la infancia. Era una persona que vivía fuera de todo lo que significara notoriedad.  Conducía una vida totalmente retirada y Borges la consideraba realmente genial. Después, por ejemplo, Alberto Girri, poeta extraordinario que era muy amigo de él y con el que comíamos muchísimas veces, y con Enrique Pezzoni, docente de la Facultad de Filosofía y Letras, también extraordinario profesor y crítico literario.

LD: Y colaborador de Pepe Bianco en la Revista Sur…

MK: Exactamente. Se daban conversaciones maravillosas porque hablaban de poesía y discutían sobre la poesía con conceptos a veces muy distintos, pero era una relación muy interesante, muy enriquecedora pienso que para ambas partes. Y después, por ejemplo…

LD: ¿Con Sábato?

MK: Con Sábato habían sido amigos pero luego, por cuestiones políticas, se separaron y luego se reencontraron. Yo tengo un muy lindo recuerdo de Sábato: un día, cuando Borges estaba haciendo los análisis y se sabía que estaba enfermo, lo encontré una vez y estaba sentado en la mesa con alguien, se levantó y me preguntó realmente con mucho interés y preocupación por la salud de Borges. Sabato emanaba algo muy lindo, como de preocupación y de aprecio, de afecto. También otra relación, no de amistad profunda pero sì de descubrimiento -eso creo que también es tan valioso como una amistad profunda- fue con Cortázar. Borges fue el primero en publicar la primera obra de Cortázar “Casa tomada”, un cuento. Tengo un recuerdo maravilloso de un encuentro por azar…

LD: Con ese joven lleno de talento como dijo Borges…

MK: Exactamente. Tengo un recuerdo muy lindo: una vez que estábamos en Madrid y Cortázar era un hombre ya consagrado que había venido creo para hacer entrega del Libro de Manuel. Políticamente eran totalmente distintos y yo sabía eso. Estábamos en el Museo del Prado y para mí queda para siempre en mi memoria esa escena como una slide. Porque yo adoro a los dos: a Borges como escritor, dejando de lado mi afecto como ser humano, mi amor por él, y a Cortázar puesto que ambos son igualmente valiosos y despiertan en mí cosas maravillosas. Yo estaba con Borges delante de uno de mis cuadros preferidos de Goya -me gusta la pintura negra de Goya- el “Perro semihundido” y, en ese momento, vi la figura de Cortázar, tan alto que era totalmente imposible no ver. Entonces, a mí se me escapó del alma, ¡ahí está Cortázar! y luego me di cuenta que lo ponía a Borges en un compromiso porque quizá él no quería verlo, no quería saludarlo por esa cuestión política tan fuerte que los dividía. Entonces me dijo: “¿Usted quiere saludarlo?” “Como usted quiera.”, respondí y, mientras estaba diciendo eso, Cortázar lo vio y se puso a caminar hacia nosotros. Cortázar lo abrazó y le dijo: “Maestro nunca voy a olvidar que gracias a usted yo publiqué mi primer cuento”. Fue maravilloso ver a ese hombre, que ya tenía la fama internacional, agradecer como un niño a Borges quien se mostró muy afectuoso también con él. Para mí fue una cosa inolvidable, maravillosa, realmente maravillosa. Son esas cosas que no sé, que a uno le dan deseos de vivir ¿no? Maravilloso.

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LD: ¿Cómo fue el encuentro con Octavio Paz? ¿Estuvo presente?

MK: Sí, yo estuve presente. Con Octavio Paz tuvimos varios encuentros en Buenos Aires, en Nueva York, en distintos lugares del mundo y lo maravilloso fueron esas conversaciones que tuvo Borges con Octavio Paz porque, realmente, eran así las conversaciones. Quiero decir dos personajes que tenían el mismo background, la misma preparación y que discutían ideas; no eran preguntas y respuestas, eran discusiones profundas de las ideas. Maravillosos fueron también los encuentros que tuvimos con Marguerite Yourcenar, con la cual mantuvimos una relación mágica, muy especial. Nos veíamos poco, pero hablábamos mucho por teléfono y cuando coincidíamos eran momentos de una riqueza y profundidad increíbles.

LD: Borges y Europa. ¿Qué recuerdos tiene de los viajes que realizó con Borges?

MK: Cada país por cierto es una historia diferente, un recuerdo diferente pero, por ejemplo, pienso que, por varios motivos, ciudades muy especiales y mágicas para nosotros eran Venecia, Reykjavik, Londres, que tenía muchas connotaciones para él y París, con la que se reconcilió porque, cuando él era joven, parece que no le gustaba. Luego hicimos muchos viajes a Francia, tenemos allí muchos amigos y, poco a poco, fue reconciliándose, rescatándola, así que la quería y eso es lo importante. Digamos que la relación quedó bien y además Francia fue, como decía, muy generosa con él, lo llenó de honores, de cariño y de reconocimiento. Después, por ejemplo, de España le gustaban sobre todo Granada, Córdoba, Sevilla, Toledo que para él, justamente, representan digamos todo lo que es la amalgama, el crisol de culturas distintas que dan otra historia. Nueva York, Manhattan, era una de sus predilecciones.

LD: ¿Por qué Borges eligió Ginebra?

MK: Para Borges, Ginebra era muchas cosas y es muy curioso porque, por ejemplo, cuando su familia va a Europa, quedan como prisioneros porque estalla la Primera Guerra Mundial. No pueden volver, permanecen allí y él tiene que ir al colegio en Ginebra. Borges no guardó un buen recuerdo porque se sintió, de algún modo, atrapado. Para un chico el aprendizaje fue duro porque llegaba sin saber el francés y tenía que incorporarse a un colegio y hablarlo. Al mismo tiempo representó el descubrimiento del respeto y de la solidaridad. Eso cuando el tiempo decantó la recordaba no con enorme alegría y los años hicieron, a medida que creció, que fuera descubriendo todo lo que ese lugar le había enseñado, le había dado porque me acuerdo, por ejemplo, que el profesor de dibujo le decía –No, no, pero yo no quiero que ustedes hagan esa escalera viendo la escalera, ustedes hagan lo que sienten de esa escalera- Entonces todo un sistema que era diferente, me acuerdo la emoción que él tenía cuando me contaba, por ejemplo, que los chicos eran crueles. Cuando iba al colegio, en Buenos Aires, tenía que pasar por las calles de Palermo que no era el lugar sofisticado que es ahora. Palermo era la “banlieue”, el arrabal, un lugar periférico. Allí vivían los compadritos. Desde muy niño Borges era miope, usaba anteojos y además sus padres lo mandaban al colegio vestido como un chico de Eaton. Sus compañeros, que eran los hijos de los compadritos, se burlaban de él, lo llamaban cuatro ojos, se reían de la forma en que iba vestido y de pronto llega a Ginebra, y se entera, tiempo después, que sus compañeros pidieron al profesor que no le exigiera como a ellos porque ese chico era extranjero y ni siquiera podía reconocer cuando lo llamaban, porque le decían Borgés y él era Borges y no podía acostumbrarse a escuchar la pronunciación deformada del apellido. Todos sus compañeros de clase fueron a pedirle eso al profesor y eso produjo en él gratitud y después, por ejemplo, ver cómo acogían a los refugiados de la Primera Guerra Mundial con hospitalidad y respeto. Entonces todas esas razones hicieron que, con los años, para él, Ginebra fuera el lugar de la razón, que es lo que él más apreciaba.

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Fuente : Nuoviorizzontilatini

Luis Dapelo, 2005.

http://www.nuoviorizzontilatini.it/borges-privado-dialogos-maria-kodama/

Chris Killip

Es un fotógrafo del Reino Unido (nacido el 11 de julio de 1946 en Douglas, Isla de Man, vive en Hardward, Massachusetts)  conocido por sus potentes imágenes en blanco y negro de gente y lugares principalmente ingleses. Su fotografía es dura y es más aceptada y publicada en Alemania que en la propia Inglaterra, a pesar de que su obra representa algunos de los registros visuales más importantes de la vida en los 80 en Gran Bretaña.

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Cuando vi por primera vez la playa de Lynemouth en enero de 1976, reconocí  la industria  por encima de todo, no estaba viendo nada más. La playa debajo de mí estaba llena de actividad con caballos y carros como saliendo del mar. Los hombres estaban de pie junto al mar, al lado de los carros, con pequeñas redes conectados a los postes para “pescar” el carbón desde el agua. Aquí la Edad Media y el siglo XX quedaban entrelazados.

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Biografía

Dejó la escuela a los dieciséis años y se unió al único hotel de cuatro estrellas en la Isla de Man como director de hotel en prácticas. Con 18 se decidió a tiempo completo a la fotografía convirtiéndose en fotógrafo playa con el fin de ganar suficiente dinero para salir de la isla.

En 1964 fue contratado en Londres como asistente del fotógrafo publicitario Adrian Flowers y el periodo 1966-69 trabajó como asistente freelance de varios fotógrafos en Londres. Dejó la fotografía comercial para dedicarse a la que él quería.

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En 1969, después de su primera exposición de fotografía en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, decidió regresar a la fotografía en la Isla de Man. Fue allí donde produjo su primer libro Isla de Man, con texto de John Berger, en 1980.

Trabajaba las noches en el bar de su padre y volvía a Londres de vez en cuando para imprimir su obra. En 1971, Lee Witkin, propietario de galerías en Nueva York, le encargó una edición limitada de su portafolio de la Isla de Man, pagándole por adelantado y así Killip pudo seguir fotografiando.

En 1972 recibió un encargo del The Arts Council of Great Britain para fotografiar Huddersfield y Bury St Edmunds para la exposición Two Views – Two Cities.

En 1975, se trasladó a vivir en Newcastle-upon-Tyne con una beca de dos años del Northern Arts Photography Fellow.

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Killip se convirtió en miembro del Comité de la Fotografía de las Artes del Norte en 1976, el Consejo de las Artes de Gran Bretaña en 1977, y miembro fundador, comisario de la exposición y asesor en laGalería del Lado, Newcastle-upon-Tyne, de la que fue director del 77 al 79.

Killip comenzó a fotografiar a la gente en la playa de carbón de Lynemouth (Noroeste de Inglaterra) después de siete años de intentos fallidos de obtener su consentimiento. Entre 1983 y 1984 vivió en una caravana en un campamento junto a la playa y documentó con su estilo  objetivo sus vidas, el trabajo y el esfuerzo por sobrevivir en dicho lugar. Esta serie dio lugar  en 1988 a in fraganti.

En 1989 fue comisionado por Pirelli Reino Unido para fotografiar la fuerza de trabajo en su fábrica de neumáticos en Burton-on-Trent.

En 1989 recibió el Premio Henri Cartier Bresson por su libro In Fragante y en 1991 fue invitado a ser profesor visitante en el Professor of Visual and Environmental Studies de la Universidad de Harvard. En 1994 fue nombrado profesor titular y fue presidente departamento de 1994-98. Vive en los EEUU, y sigue enseñando en la Universidad de Harvard.

Realizó junto con el trabajo de Martin Parr, algunos de los registros visuales más importantes de la vida en los 80 en Gran Bretaña, aunque menos kirsh y más social.

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Ha expuesto, literalmente, todo el mundo, ha escrito mucho, ha aparecido en la radio y en la televisión, y ha sido particularmente activo en el comisariado de muchos espectáculos memorables.

Su obra aparece en las colecciones permanentes de importantes instituciones como el Museo de Arte Moderno de Nueva York, George Eastman House, el Fine Arts Museum de San Francisco, Museum Folkwang, de Essen, el Stedelijk Museum de Amsterdam, National Gallery of Australia, Canberra y elVictoria and Albert Museum, Londres

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Eulalia Abaitua

Eulalia Abaitua fue una fotógrafa vasca (nacida en Bilbao en 1853 y fallecida en 1943) que es la primera fotógrafa de la que existen referencias en el País Vasco. Su obra supone en la actualidad un magnífico documento histórico que recoge las costumbres, fiestas, tradiciones y en definitiva la vida pasada del pueblo vasco. Bajo una atenta y sensible mirada recogió aspectos de la vida rural y urbana que la rodeaba, a la vez que captaba las más diversas faenas y actitudes de las mujeres de la época, dotándolas de un importante protagonismo y acercando su papel a nuestros días.

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Biografía

Maria Elvira Juliana Abaitua Allende y Salazar (llamada Eulalia tras la temprana muerte de su madre), nació en una familia adinerada, estudió en el colegio del Sagrado Corazón de Jesús de Sarriá en Barcelona y por la guerra carlista, con 18 años se trasladó junto a su familia a Liverpool, donde descubrió la fotografía, adquiriendo los aparatos y aprendiendo la técnica.

De regreso a Vizcaya, con su marido el ingeniero civil Juan Narciso de Olano se estableció en elPalacio del Pino, ubicado junto al santuario de la Virgen de Begoña, en Bilbao. En el sótano de esta mansión, instaló su laboratorio fotográfico.

Su obra puede clasificarse en tres grandes temáticas: la vida privada, las imágenes costumbristas y los viajes. El primer bloque lo protagonizan sus familiares y amigos en el Palacio del Pino; el segundo se compone de instantáneas que registran el ambiente de su localidad y alrededores; el tercero son fotografías de sus viajes por Italia, Venecia, Marruecos, Lourdes, Málaga, Madrid, Isla de Creta y Tierra Santa.

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La mayoría de sus fotografías son en blanco y negro, aunque también tiene obra en color, los denominados autocromos.

La colección completa resulta una muestra del paisaje urbano y rural de Vizcaya en el paso del siglo xix al xx. De ahí que su trabajo fotográfico, llevado a cabo con un lenguaje directo, pueda hoy considerarse como una prueba rigurosa de la realidad de su tiempo.

Según revela su archivo de más de 2.500 imágenes conservadas en el Museo Vasco de Bilbao, su material preferido fueron las placas estereoscópicas de vidrio, tanto positivas como negativas, en formato 4,7 × 10,7 cm y emulsión de gelatinobromuro, aunque también trabajó con otros formatos. Entre 1991 y 2005, el Museo Vasco de Bilbao ha realizado cinco exposiciones de la colección con sus correspondientes catálogos.

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Bodas de sangre (fragmento)

Autor: Federico García Lorca

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¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con los filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!

¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi de lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.

-¡Ay qué sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
ya toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.

-Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.

Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
como si fuera una perra,
¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.

-Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!

-¿ Adónde me llevas ?

A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!

-Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire como banderas.

-También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.

 

Cuerpo a la vista

Autor: Octavio Paz

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Y las sombras se abrieron otra vez
y mostraron su cuerpo:
tu pelo, otoño espeso, caída de agua solar,
tu boca y la blanca disciplina
de tus dientes caníbales,
prisioneros en llamas,
tu piel de pan apenas dorado
y tus ojos de azúcar quemada,
sitios en donde el tiempo no transcurre,
valles que sólo mis labios conocen,
desfiladero de la una que asciende
a tu garganta entre tus senos,
cascada petrificada de la nuca,
alta meseta de tu vientre,
playa sin fin de tu costado.

Tus ojos son los ojos fijos del tigre
y un minutos después
son los ojos húmedos del perro.
Siempre hay abejas en tu pelo.
Tu espalda fluye tranquila bajo mis ojos
como las espalda del río a la luz del incendio.

Aguas dormidas golpean día y noche
tu cintura de arcilla
y en tus costas,
inmensas como los arenales de la luna,
el viento sopla por mi boca
y un largo quejido cubre con sus dos alas grises
la noche de los cuerpos,
como la sombra del águila la soledad del páramo.

Las uñas de los dedos de tus pies
están hechas del cristal del verano.
Entre tus piernas hay un pozo de agua dormida,
bahía donde el mar de noche se aquieta,
negro caballo de espuma,
cueva al pie de la montaña que esconde un tesoro,
boca de horno donde se hacen las hostias,
sonrientes labios entreabiertos y atroces,
nupcias de la luz y la sombra,
de lo visible y lo invisible
(allí espera la carne su resurrección
y el día de la vida perdurable)

Patria de sangre,
única tierra que conozco y me conoce,
única patria en la que creo,
única puerta al infinito.

 

 

Victorine Meurent

Victorine Louise Meurent, también llamada Louise Meuran o Meurend o Meurand, (París18 de febrero de1844~Colombes 17 de marzo de 1927) fue una pintora y modelo pictórica francesa

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(Retrato de Victorine Meurent 1862 (42,9 x 43,7 cm) – Museo de Bellas Artes (Boston))

Victorine Meurent era la hija de un artesano grabador llamado Jean-Louis-Etienne-Meurent y de Louise-Thérèse, un tío había sido retratista. Es conocida por haber sido la modelo a la cual recurrió con más frecuencia Édouard Manet, sin embargo ella misma realizó algunos cuadros que expuso en el Salón de París, pero hasta el presente (2006) solo una de estas obras ha sido hallada y se exhibe en las colecciones del Museo de Colombes (en Hautes-de-Seine) su comuna adoptiva.

Victorine comenzó a posar a la edad de dieciséis años para el academicista Thomas Couture, para quien trabajó entre 1850 y 1863, fue en el taller de éste donde en 1862 la encontró Manet cuando aún era un joven aprendiz de pintura.  Manet subyugado por la belleza fresca y un poco insolente de Victorine la hizo prontamente su modelo preferida, especialmente para desnudos. Es de este modo que ella aparece en Le Déjeuner sur l’Herbe, en donde se la ve sentada y completamente despojada de ropas. La misteriosa Olympia es ni más ni menos que Victorine, aunque en algunos de estos casos Manet alteró ligeramente los rasgos de la modelo para provocar la impresión buscada

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(El almuerzo sobre la hierba Museo de Orsay, 1862–1863)

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(Olympia – Museo de Orsay – 1863)

En respuesta a aquellos que acusaban a Manet de usar como señuelo erótico la desnudez de Victorine, el pintor realizó bellos retratos de Victorine totalmente vestida, por ejemplo La cantante callejera (La Chanteuse de rue), cuadro en el que se muestra a una humilde cantante callejera saliendo de un cabaret y degustando extrañamente unas cerezas durante la noche. En el caso de la Mujer con loro (Femme au perroquet), Victorine también aparece totalmente vestida (sólo se ven su cabeza y sus manos), aunque tal cuadro es un “guiño” a una pintura homónima de Gustave Courbet en la cual aparece una mujer desnuda con un loro.

Una década luego de los grandes escándalos Manet rinde homenaje a la prolongada relación amorosa y artística, en el último retrato que hace de Victorine, El ferrocarril (Le chemin de fer), (1873), es un cuadro en el cual ella aparece como una respetable mujer adulta junto a una candorosa niña en la estación parisina de Saint-Lazare. Esta obra en donde una reja de hierro parece señalar simbólicamente una separación o un cierre con el pasado y donde el gato “pícaro” de Olympia deja lugar a un perro tranquilamente dormido es el indicio del estado de ánimo del pintor quien ya se encontraba aquejado por una precaria salud.
En cuanto a la obra realizada por la propia Victorine, desgraciadamente poco se puede decir por el momento ya que se encuentra casi en su totalidad extraviada, en todo caso se la supone fuertemente influida por la de Manet. Le jour des rameaux es la única obra que se conserva de la pintora y se encuentra en el “Museo Municipal de Arte e Historia”, en Colombes

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(El Ferrocarril, Galería Nacional de Arte,Washington, 1872.)

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(La cantante callejera – (La Chanteuse de rue) – 
Édouard Manet, 1862