Durante 54 años fue luz y sombra de Alfred Hitchcock, uno de los demonios más venerados del cine. Pero, mientras en The Big Screen , célebre historia del celuloide escrita por David Thompson, a Hitchcock le dedican 50 páginas, quien fuera su guionista, montadora cinematográfica, madre de su única hija y esposa, solo mereció 25 palabras.

“En 1926, cuando Alfred Hitchcock empezaba a dirigir, se casó con Alma Reville, una experta guionista y montadora que trabajó a su lado durante décadas”. Así paga el diablo… llevándose a quien bien le sirve.

Hitchcock era “un pagado de sí mismo”, petulante, soberbio y un arrogante que solo tenía ojos para su oronda figura, tan voluminosa como su ego. Por eso marginó a Reville, que según Anthony Hopkins fue “la instigadora y la fuerza clave en su vida”.

Desde los 15 años Alma Reville comenzó a trabajar en el cine y aprendió todos los secretos del oficio, emulando el camino de su padre quien fuera ayudante de vestuario en Twickenham, una de las primeras compañías cinematográficas en Londres.

Alma, además de esposa, fue la fiel cómplice de su marido; estuvo un paso atrás de él pero opinaba sobre los montajes, los guiones y era la única persona a la cual el director escuchaba y hacía caso, aunque refunfuñara porque Reville –en la mayoría de las ocasiones– tenía razón.

En una entrevista con Francois Truffautt el cineasta le confesó como Reville le ayudó a superar sus temores e inseguridades y “después de cada toma, miraba a mi prometida y le preguntaba: ¿Va bien, funciona?” A Truffaut le valió un pito Alma y ni siquiera la incluyó en la conversación.

Para justicias el tiempo. En el 2003, Pat Hitchcock O’Connell, hija de Alfred y Alma, escribió La mujer tras del hombre para rescatar la imagen y el aporte de su madre. En el 2012, Julián Jarrold dirigió The Girl , y expuso la tolerancia de Alma en relación con el acoso sexual a que Hitchcock sometió a la rubia Tippi Hedren, durante la filmación de Los pájaros .

En Hitchcock , de Sacha Gervais, la actriz Helen Mirren, plasmó el extraño nexo que unía a la pareja y como ambos formaron una sociedad creativa, donde Alma era la consejera y mejor amiga de un director que consideraba a los actores como “cerdos”.

“Lo que más me gustó descubrir en ella, fue su sentido de la lealtad, de la paciencia y su comodidad con el rol que tenía en la familia y en el proceso creativo” señaló Mirren.

Por el contrario, The New York Times consideró que el filme desacreditó el genio de Hitchcock y lo presentó como un enfermo, cuando en realidad la influencia de Alma fue solo una anécdota.

Otros autores, como Ana Campoy, han rescatado la figura de Reville. Así lo hizo en la serie infantil Las aventuras de Alfred & Agatha , que recreó las aventuras detectivescas de ambos personajes en la niñez, y en la trama del cuento La caja mágica , incluyó a Reville.

Lady Hitchcock

Aunque Alma Lucy Reville nació el 14 de agosto de 1899, en Inglaterra, su vida pública acabó cuando conoció a un acomplejado aspirante a director de películas, que ocupaba dos asientos en el bus: uno para él y otro para su ego.

Los padres de Alma, Mathew y Lucy, eran protestantes y ella renunció a esa creencia para convertirse al catolicismo y casarse, el 2 de diciembre de 1926, con Alfred Hitchcock, con quien vivió 54 años. Alfred murió en 1980 y ella lo siguió dos años después, el 6 de julio de 1982. Tuvieron una hija, Patricia, que incursionó en el cine pero se retiró tras casarse con Joseph O’Connell. Mal de familia por lo que parece.

Eran el perfecto matrimonio inglés. Hitch y Alma se comportaban como esposos devotos; solían vacacionar en St. Moritz o en el Lago Cuomo, donde habían pasado su luna de miel y eran “habitué” de varios restaurantes donde incluso tenían siempre una mesa reservada.

Pese a las diferencias de temperamento que los chismosos querían encontrar, resolvieron con flema inglesa sus divergencias y se concentraron en la única pasión que los unía: el cine.

La relación personal comenzó cuando ambos trabajaban en la compañía Famous Players-Lasky Studio, filial de la Paramount en Londres. Desde aquellos días, a inicios de los años 20, Alma se convirtió en las dos manos derechas del naciente director: escribía los guiones, editaba, doblaba voces, verificaba la continuidad del relato y supervisaba los decorados. También trabajó un tiempo con otros cineastas: Berthold Viertel y Maurice Elvey.

Si bien algunos exégetas del cine descartan la influencia emocional y profesional de Alma en la vida de Alfred, el conspicuo literato irlandés George Bernard Shaw escribió –en uno de sus libros– esta dedicatoria a Hitchcock: “Para el marido de Alma Reville”.

Alma era solidaria, discreta, paciente, reía mucho y sabía desempeñar diferentes papeles como mujer, profesional, esposa, madre, crítica, operaria fílmica y consejera.

Helen Mirren puntualizó: “Sí, era una ama de casa estupenda y una compañera solidaria y madre devota, pero también tenía ideas propias. Era mucho más que la señora Hitchcock y sus aportaciones al trabajo de su marido eran invaluables”.

Hitch nunca aprobaba nada sin el consentimiento de Alma. Ese regordete, capaz de filmar las escenas más crueles; de estrujar a sus actrices para exprimirles las peores emociones; de llevar el suspenso hasta el paro cardíaco era incapaz de tomar una decisión solo.

Cuando recibió un reconocimiento del American Film Institute, por su vasta carrera, dedicó el premio a cuatro personas que le dieron “su cariño, su reconocimiento, sus ánimos y su colaboración constante”. La primera de ellas fue a una excelente montadora cinematográfica; la segunda una guionista excepcional; la tercera la madre de Pat y la cuarta la mejor cocinera.

El anciano director dijo: “El nombre de las cuatro es Alma Reville. Si la hermosa señorita Reville no hubiera aceptado hace 53 años un contrato vitalicio sin opciones para convertirse en la señora de Alfred Hitchcock, es posible que hoy sería uno de los camareros más lentos del salón”.

“Ella estuvo a punto de morir por un derrame cerebral y superó un cáncer de mama y eso acabó con la carrera de Hitchcock”

Aquella mujer diminuta, que nunca apareció en los créditos de las películas del maestro de Hollywood, aceptó vivir a la sombra para no opacar el brillo del marido.

Ella estuvo a punto de morir por un derrame cerebral y superó un cáncer de mama y eso acabó con la carrera deHitchcock, que vivió atemorizado ante la posibilidad de fallecer antes que su mujer: su alma gemela.

Falso culpable

Si bien Hitchcock tenía una fijación morbosa por las rubias, como Kim Novak, Grace Kelly, Ingrid Bergman o Tippi Hedren, su verdadera obsesión fue Alma; ella era la clave para entender el intrincado laberinto emocional del director.

Uno de los biógrafos del cineasta, William Rothman, sostiene en el libro La mirada asesina , que hay por lo menos tres películas en las cuales Alfred refleja su codependencia con Alma: El caso Paradine , de 1947; Yo confieso , de 1953; y Frenesí , de 1972.

También, Stephen Rebello en el libro Alfred Hitchcock y la realización de Psicosis , expone la tesis de que Reville es la verdadera protagonista de la ópera prima del director inglés; no solo porque aceptó hipotecar la casa para financiar el filme, sino porque incluso propuso la música para la escena del apuñalamiento en la bañera, una de las más tensas y estremecedoras del cine.

“Alma era un enigma para todo el mundo” reveló Mirren a The Telegraph . Así como toleró, e incluso pudo propiciar las perversiones sexuales de su marido con varias actrices, algunos biógrafos han insinuado que ella tuvo un affaire con Whitfield Cook, uno de los guionistas de Extraños en un tren y Pánico en la escena .

Se carece de pruebas para vincular a Reville con Cook, por más celosa o furiosa que estuviera, por los avances de su marido con las protagonistas de sus películas.

Del libro de Pat se desprende que sus padres llegaron a un acuerdo tácito, para que ninguno fuera un obstáculo en los planes del otro; además, Alma vivió en un tiempo donde las mujeres no exigían el reconocimiento a su labor.

Enérgica y de fuerte personalidad, Alma podía ser una “mosquita muerta”, pero de alguna manera cuadraba en los gustos de Hitchcock que prefería a las “mujeres que parecen profesoras, pero dentro de un taxi, te pueden destrozar”.

Solo un alma grande pudo vivir medio siglo sin hacerle sombra al sol; pero aún en la penumbra Alma Reville demostró que tenía su propia fuego, sin tener que robarlo del Olimpo.

 

 

Artículo publicado en https://www.nacion.com

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