Soneto del amigo

Autor: Vinicius de Moraes

 

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En fin, después de tanto error  pasado,
tantas represalias, tanto peligro,
resurge en otro el viejo amigo
nunca perdido, siempre reencontrado.

Es bueno sentarlo nuevamente al lado
con ojos que contienen la mirada antigua
siempre conmigo un poco atribulado
y como siempre singular conmigo.

Un bicho igual a mí, simple y humano
sabiendo moverse y conmoverse
y a disfrazar con mi propio engaño.

El amigo: un ser que la vida no explica
que sólo se va al ver otro nacer
y el espejo de mi alma multiplica.

 

Versión de César Conto

Canciones de los ángeles

Autor: Rainer María Rilke

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No he soltado a mi ángel mucho tiempo,
y se me ha vuelto pobre entre los brazos,
se hizo pequeño, y yo me hacía grande:
de repente yo fui la compasión;
y él, solamente. un ruego tembloroso.

Le .di su cielo entonces: me dejó
él lo cercano, de que él se marchaba;
a cernerse aprendió. yo aprendí vida,
y nos reconocimos . lentamente…

Aunque mi ángel no tiene ya deber,
por mi día más fuerte desplazado,
baja a veces su rostro con nostalgia,
como si no quisiera ya su cielo.

Querría alzar de nuevo, de mis pobres
días, sobre las cimas de los bosques
rumorosos, mis pálidas plegarias
basta la patria de los querubines.

Allí llevó mi llanto originario
y pensamientos; y mis diminutos
dolores se volvieron allí bosques
que susurran sobre él…

Sí algún día, en las tierras de la vida,
entre el ruido de feria y de mercado,
la palidez olvido de mi infancia
florecida, y olvido el primer ángel,
su bondad, sus ropajes y sus manos
en oración, su mano bendiciendo;
conservaré en mis sueños más secretos
siempre el plegarse de esas alas,
que como un ciprés blanco
quedaban detrás de él…

Sus manos se quedaron como ciegos
pájaros que, engañados por el sol,
cuando, sobre las olas, los demás
se fueron a perennes primaveras,
han de afrontar los vientos invernales
en los tilos vacíos, sin follaje.

Había en sus mejillas la vergüenza
de las novias, que el espanto del alma
tapan con púrpuras oscuras
ante el esposo.

Y en los ojos había
resplandor del primer día:
pero sobre todo
descollaban las alas portadoras…

Había expectación en la llanura
por un huésped que no acudió jamás:
aún pregunta tal vez el jardín trémulo:
su sonrisa después se vuelve inválida.

Y por los barrizales aburridos
se empobrece en la tarde la alameda,
las manzanas se angustian en las ramas
y les hacen sufrir todos los vientos.

Es donde están las últimas cabañas
y casas nuevas que, con pecho angosto,
se asoman estrujadas, entre andamios miedosos,
quieren saber dónde empieza el campo.

Allí la primavera siempre es pálida, a medias,
el verano es febril tras esas tablas:
enferman los ciruelos y los niños,
y tan sólo el otoño allí tiene algo

de remoto y conciliador: a veces
son sus tardes de suave derretirse:
dormitan las ovejas, y el pastor con zamarra
se apoya, oscuro, en la última farola.

Alguna vez ocurre en la honda noche
que se despierta el viento, como un niño,
y pasa la alameda, solitario,
quedo, quedo, llegando hasta la aldea.

Y a tientas va marchando hasta el estanque
y se para después a oír en torno:
y las casas están pálidas todas
y las encinas mudas…

 

 

Versión de Adrian Kovacsics

 

Tierra viva

Autora: María Beneyto

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Con gérmenes de vidas,
con residuos,
con fragmentos de muertes,
vivo.
He nacido de un día
en que el sol incendiaba
la clara primavera.
Con las lilas, las ramas,
con las tiernas
bestezuelas hinchadas de alegría.
De un calor y de un limo.
De un varón y una hembra.
Yo, súbita alimaña de la luz.
Yo, súbito pedazo de la tierra.
(Tierra mágica, tierra interminable,
tierra de signos, honda.
Tierra nueva.)
Mixta yo de raíces
y de voces aéreas,
y de resurrecciones,
y de fieras, remotas
inocencias telúricas…
     Me afirmo vertical
en el aire purísimo,
compacta tolvanera
de la tierra más áspera,
hoy que trae la lluvia
sus ángeles disueltos
para podar extensas llamaradas.
Yo soy del fresco mundo
recién creado, tierra.
Tierra con gozo y con orgullo.
Viva.

 

De “Tierra viva” 1956

 

Me gustaría leer

Autor: Leonard Cohen

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 Me gustaría leer
uno de los poemas
que me arrastraron a la poesía.
No recuerdo ni una sola línea,
ni siquiera sé dónde buscar.
Lo mismo
me ha pasado con el dinero,
las mujeres y las charlas a última hora de la tarde.
Dónde están los poemas
que me alejaron
de todo lo que amaba
para llegar a donde estoy
desnudo con la idea de encontrarte.

 

De “La energía de los esclavos” 1972    (Versiones de Antonio Resines)

Alegría

Autora: Nina Cassian

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Gozo mezclando mis cabellos con vosotras, hojas del otoño,
corriendo por el bosque loco, resbalando, riendo y arañando
mis mejillas en vuestras formas rugosas.
Me alegra poder lanzar
en el Otoño rojo mi grito solo y profundo
bajo las bóvedas de oro seco, en el susurro del viento.
Me gusta huir, caer y reír sobre la tierra adornada
por los mil labios de tu sonrisa amarilla,
                                                                                      Otoño!
                                                                                         1957

 

Versión de Pablo Neruda

Hasta mañana dices, y tu voz …

Autor: Leopoldo Panero

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Hasta mañana dices, y tu voz 
se apaga y se desprende 
como la nieve. Lejos, poco a poco, 
va cayendo, y se duerme, 
tu corazón cansado, 
donde el mañana está. Como otras veces, 
hasta mañana dices, y te pliegas 
al mañana en que crees, 
como el viento a la lluvia, 
como la luz a las movibles mieses. 
Hasta mañana, piensas; y tus ojos 
cierras hasta mañana, y ensombreces, 
y guardas. Tus dos brazos 
cruzas, y el peso leve levantas, de tu pecho confiado. 
Tras la penumbra de tu carne crece 
la luz intacta de la orilla. Vuela 
una paloma sola y pasa tenue 
la luna acariciando las espigas 
lejanas. Se oyen trenes 
hundidos en la noche, entre el silencio 
de las encinas y el trigal que vuelve 
con la brisa. Te vas siempre 
hasta mañana, lejos. Tu sonrisa 
se va durmiendo mientras Dios la mece 
en tus labios, lo mismo 
que el tallo de una flor en la corriente; 
mientras se queda ciega tu hermosura 
como el viento al rodar sobre la nieve; 
mientras te vas hasta mañana, dulcemente 
por esa senda pura que, algún día, 
te llevará dormida hacia la muerte.

 

 

Imàgen: Cuadro de Tamara de Lempicka

 

Amor y muerte en el Sena

La arteria central de París acumula los estratos depositados por el tiempo. Hoy el corazón líquido de París es un reclamo turístico, y sus riberas se transforman en playas improvisadas.

Por Cathy Newman, mayo de 2014

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Casi todas las mañanas, a eso de las nueve, el personal de emergencias asignado al Sena se enfunda el traje de neopreno y rodea a nado la Île de la Cité. En su circuito alrededor de este islote con forma de lágrima que asoma del río en pleno centro de París, los bomberos-buzos rastrean el lecho fluvial, del que extraen bicicletas, cubiertos, teléfonos
móviles, monedas antiguas, crucifijos, pistolas y, en una ocasión, hasta una fíbula romana digna de ser expuesta en un museo.
En la zona del Pont des Arts, donde los enamorados cierran candados metálicos en los que escriben sus nombres o algún que otro mensaje («Steve and Linda Pour la Vie»), rescatan las llaves que las parejas arrojan al agua como símbolo de que el amor entre ambos será eterno. En el siguiente puente río arriba, el Pont Neuf, cerca del Palacio de Justicia, en cuyos tribunales se fallan los divorcios, los buzos encuentran alianzas de boda, desechadas cuando el amor eterno resulta tener fecha de caducidad.
Arteria central de París, el Sena acumula los restos de la civilización y de las relacio­nes humanas. A lo largo de los siglos ha servido de vía de comunicación, foso, depósito de agua, alcantarilla y lavadero. Su curso, que describe un arco en forma de cimitarra, rebana la ciudad por la mitad, dividiéndola en la Rive Gauche y la Rive Droite. En su día la margen izquierda era bohemia, la derecha, aristocrática, pero esa distinción se ha ido desdibujando con el tiempo.
En la Île de la Cité, ante la pétrea exuberancia gótica de la catedral de Notre Dame, hay una rosa de los vientos de bronce encastrada en el losado. A partir de aquí –el point zéro– se miden todas las distancias desde París. El Sena es el cen­tro de la ciudad, su corazón líquido. «Para los parisinos el Sena es una brújula, un instrumento de orientación», afirma Marina Ferretti, historiadora del arte y conservadora del Museo de los Impresionismos de Giverny.
También es, como dicen los franceses, fluide, un término cargado de implicaciones filosóficas. Ríndete a la transitoriedad y al fluir, susurran sus aguas. Nada permanece. Es inútil ordenar al Sena que se detenga. Un río represado deja de ser un río. Cambia con las horas del día y con las estaciones del año. Sus corrientes arrastran los restos de la vida y de la muerte –juguetes de plástico perdidos, globos que se han escapado, colillas (de Gauloises, por supuesto), botellas de vino vacías, a veces incluso un cadáver– mientras discurren a los pies de la monumental arquitectura de París. No puedes bañarte dos veces en el mismo río, dice Heráclito. C’est fluide.

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Los impresionistas destilaron la luz del Sena para crear sus obras. Claude Monet pintaba en un estudio flotante cerca de Argenteuil. El postimpresionista Henri Matisse tenía el suyo en el Quai Saint-Michel. Las aguas grises e inertes plasmadas por el pincel de pintores anteriores cobraron nueva vida y movimiento a través de la mirada de los impresionistas. Su arte refleja el fluir no solo del Sena, sino del propio universo.
«Los impresionistas, testigos de la metamorfosis que experimentaba el mundo, pintaron en consecuencia», dice Ferretti. Había llegado la revolución industrial. La electricidad tachonaba de perlas de luz la oscuridad de la noche. La construcción del metro parisino era inminente. El rit­mo de la vida se aceleraba. «Era rápido y fluido», explica. Como el pincel de los impresionistas.
En homenaje a aquellos genios, hagamos, mediante una serie de bosquejos, un retrato del río que atraviesa y rodea las vidas de los parisinos y sirve de escenario a historias de amor y de muerte. No faltará en este cuadro un guiño de humor, en la figura de los vendedores ambulantes que ofrecen reproducciones made in China de la torre Eiffel. A veces el comprador es un turista chino que regresa a casa con la baratija en la maleta, cerrando el círculo sin saberlo. Además de ser testigo de la felicidad y la tristeza, el Sena también lo es de la ironía.
J’aime Mon Bateau
Un coup de foudre es vivir un enamoramiento súbito y apasionado. Como entre un hombre y su barco. Un buen día de hace 34 años Claude Tharreau, un joven investigador de mercados, caminaba por la orilla del Sena cuando, en las inmediaciones del Quai de Conti, reparó en el Cathare, una barcaza holandesa de 21 metros de eslora armada en 1902. Estaba a la venta.
«En realidad estaba buscando un apartamento», dice. Era un domingo. El miércoles siguiente firmó el contrato. «Hasta después de firmar no reparé en que era un barco sin luz ni agua.»
En París hay amarradas 199 viviendas flotantes, sin duda 199 flechazos. En los años setenta, cuando el transporte de mercancías en ferrocarril y en tráiler era más económico que en barcaza, estas se vendían por cuatro duros. Vivir en un barco fue una opción barata y exenta de regulaciones hasta que en 1994 el Ayuntamiento im­­plantó un impuesto de residencia, una tasa de atraque y una serie de normas, entre ellas la obligación de firmar un contrato de ocupación.
Frédéric Chaslin, compositor y director de orquesta, tiene un Stainway de cola en el salón de su barco, el Caracalla, y en la cocina, un trío de cafeteras italianas que silban la misma nota al unísono cuando empieza a hervir el agua.
«Me enamoró –explica del primer barco que adquirió–. A mi mujer no. Pensé: mujer, barco, mujer… Barco.»
«Comprar un barco es algo fuera de lo normal –dice Eric Piel, psiquiatra jubilado y propietario del Orion, una barcaza atracada enfrente de la torre Eiffel–. No es como comprar un piso. En­­traña sus riesgos. Pero… ¡tienes vivienda en propiedad y la posibilidad de moverte!
»Un apartamento es una caja de cerillas. ¿Pasarte la vida trabajando para poder pagarte una caja de cerillas? ¿Le parece un signo de buena salud? Por lo menos no estoy atrapado en una caja de cerillas. Aunque sí en otras trampas.»

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PLAYA INSTANTÁNEA (AÑADIR AGUA Y LISTO)

A las 22.58 horas del 19 de julio un remolque con 36 palmeras, escoltado por cuatro motocicletas y un coche de la policía, avanzó a paso de tortuga por los Campos Elíseos procedente del Bois de Boulo­gne, donde las palmeras habían invernado, y se detuvo en el Pont Neuf, que pese a su nombre es el puente más antiguo de París.
Veintiséis minutos después se izaron con grúa los 7,50 metros del primer árbol, que se posó sobre la playa materializada a orillas del Sena, delante del ayuntamiento, en apenas tres días. Las palmeras son la guinda de la tarta de Paris Plages, un tour de force que tiene lugar cada verano, cuando en la capital francesa se instalan tres playas improvisadas a lo largo del río.
La iniciativa surgió hace 12 años con el alcalde Bertrand Delanoë. Para acomodar las playas, durante cuatro semanas se cierra la Voie Georges Pompidou, paralela a la margen derecha del Sena.
Damien Masset, coordinador del proyecto, enumera los ingredientes de la playa instantánea: 5.500 toneladas de arena, 250 sombrillas azules, 350 tumbonas, 800 sillas, 250 chaises longues, 40 hamacas, 200 mesas, cuatro puestos de helados, ocho cafés, 800 metros de valla de madera, 250 empleados para el montaje y 450 para el mantenimiento.
Durante un mes de verano, el Sena parisino se metamorfosea en una Riviera urbana, un ciclo de mareas de jugadores de vóley-playa, arquitectos de castillos de arena, bailarines de samba, tango y break dance, músicos de rock, jazz y soul, y aficionados a ligar bronce que demuestran la variedad infinita de la morfología humana.

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¿DE QUÉ COLOR ES EL SENA?

«Cuando está nublado, durante unos minutos es blanco como la sal –dice Jean Esselinck, un diplomático retirado que vive en la barcaza Soleil–. Pero luego se ennegrece. Mírelo ahora; es verde.»
«Transparente», apunta Marie-Jeanne Fournier, alcaldesa de Source-Seine, el pueblo de la Borgoña situado a 290 kilómetros de París y en cuyas inmediaciones brota el río. Pese a la distancia, se puede decir que el Sena nace en París, porque el abetal en el que se encuentran sus fuentes e inicia los 775 kilómetros de viaje que concluirán en el mar pasó a ser territorio de París en 1864 por orden de Napoleón III. Allí, recién nacido, el Sena es transparente: cristalino cual eau-de-vie y sito en París. Técnicamente.
El río de Monet en Orillas del Sena, isla de la Grande Jatte es rosa, blanco y azul; el que pintó Matisse en Pont Saint-Michel lleva rojo, pero, atención: tal y como advierte Doris Alb, una pintora domiciliada en el Sun Day, junto al Pont des Arts, hay que tener cuidado cuando uno se refiere a los colores en francés. «En alemán el rojo es rojo, pero en francés el rojo podría ser… bueno, tal vez sí es rojo, pero con un toque de amarillo… o frisando el rosa… o quizá tan solo una ilusión de rojo.» Alb es una mujer recia que utiliza calzado recio y posee una melena dorada que flota a su alrededor como en una pintura de Botticelli. El sol la obliga a entornar los ojos. Se niega a protegerse con gafas oscuras. «Apagarían los colores del mundo.»
¿De qué color es el Sena?
«C’est compliqué. El Sena refleja la vida y todo lo que la rodea. Por eso sus colores son infinitos.»

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RECUPERAR EL RÍO

En los años sesenta Georges Pompidou dio el coup de grâce a la relación de París con el Sena. El primer ministro construyó vías rápidas en ambas márgenes del río. «París debe adaptarse al coche», declaró al estilo del «Pues que coman pasteles» que pronunció María Antonieta. La desconexión de los parisinos y su río se remonta al siglo XVIII. Hasta entonces sus orillas habían sido un espacio comercial y social de gran vitalidad, explica la historiadora Isabelle Backouche. A partir de 1750 la Corona y el municipio empezaron a despejarlas de mercados, barcos lavaderos y talleres de artesanos para facilitar la navegación. Los altos diques construidos en el siglo XIX afianzaron ese divorcio. «El río fue abandonado como un espacio lleno de vida para transformarse en un museo ajeno por completo al día a día de los parisinos», añade Backhouche.
Saltemos a 2013. Entra en escena el que ha sido alcalde socialista de París hasta el mes pasado, Delanoë, impulsor de Paris Plages, los sistemas de bicicletas y coches eléctricos compartidos y un programa piloto que emplea cuatro ovejas «cortacésped» para mantener a raya la hierba en los Archivos de la capital. En junio de 2013, tras años de controversia política, Delanoë clausuró casi dos kilómetros y medio de vía rápida en la Rive Gauche y abrió Les Berges, un paseo fluvial con jardines flotantes, restaurantes y parques infantiles. «El aire viciado de la autovía se desva­nece, y aparece un entorno abierto del que todos pueden disfrutar», anunció con entusiasmo.
Pero no todos estaban tan entusiasmados. «Yo me opuse», afirma Rachida Dati, alcaldesa de distrito del acomodado 7e Arrondissement. Hija de un albañil marroquí, Dati es una indomable política de derechas. «Les Berges han costado 40 millones de euros –aduce–. Con ese dinero habríamos podido atender a los 27.000 niños que no pueden ir a una guardería o mejorar el transporte público. Tres cuartas partes de los parisinos utilizan el metro, pero hace años que no se invierte en su infraestructura.»
¿No hace el nuevo espacio más placentera la vida en París?
«Nada de placeres. Lo que necesitamos es trabajar.»
En la renovada margen que domina el Museo de Orsay, muchos parecen encantados de entregarse a esos placeres.
«Somos parisinos pero no tenemos la sensación de estar en París», dice ilusionada Bertine Pakap, una esteticista vecina de Batignolles, ba­­rrio de un distrito municipal periférico. Ha venido a pasar un día en familia. Su hija contempla arrobada la actuación de un dúo de mimos; su madre descansa en una mesa de merendero. «Nunca habríamos venido a un barrio tan chic como este –dice–. Para nosotros es casi inaccesible. Ahora es más democrático. Y gratis.»

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UN VIEJO MARINERO

Como el lema de París –Fluctuat nec mergitur, «batida por las olas pero jamás hundida»–, hay personas que encajan el embate de las olas con obstinado aguante. René Ballinger, de 87 años, vive en el Siam con su mujer, Nenette, de 86, junto al Port de Grenelle. Su abuelo construyó el barco. René nació en él, como su hijo, Marc. De joven surcó con él los ríos de Bélgica, Holanda, Alemania y Suiza, transportando grano, carbón y acero.
Nenette no proviene de una familia marinera. «Era secretaria en el norte de Francia –cuenta–. Vivía al borde del agua. Un día llegó él en barco.»
«La vi», interviene René. Su mirada dice todo lo demás. Se casaron en 1947. Ella lo llama «viejo bribón». Él dice que ella es su mejor amiga. Su hija asegura que discuten demasiado.
«Discutimos porque estamos vivos –le dijo un día Nenette–. Ya nos callaremos cuando estemos muertos.»
«Él era marinero. Yo, una chica de tierra. Cuando nos casamos me pregunté en qué clase de tribu me había metido.»
Aprendió a vivir como un marinero. Ayudaba a pintar la barcaza, a pilotarla; se resignó a los ratones polizones y a vivir en nueve metros cuadrados. La aventura de una existencia fluida y sin cadenas compensaba las incomodidades. Cada día traía nuevas ciudades, nuevos paisajes y una libertad que desconocen quienes trabajan amarrados a una silla de oficina. «Trabajábamos como si estuviésemos de vacaciones», recuerda.
Se jubilaron hace 27 años.
«En ese momento pudimos mudarnos a tierra firme, pero él no quiso», dice Nenette.
Sus hijos tienen su vida, familia propia. El Siam no entra en sus planes.
¿Qué será del barco cuando ellos falten?
«Tal vez cuando muramos los chicos no puedan hacer nada. Las autoridades les dirán que aquí no pueden dejarlo. Que deben llevárselo», dice René. Se refiere a un astillero de Conflans, a 32 kilómetros al noroeste de París, donde lo desguazarán. Usa el verbo déchirer.Destrozar.
Se le humedecen los ojos.
«Imaginar que destrozarán mi barco es como arrancarme el corazón. Son tantos recuerdos… Mi vida entera está en este barco. Supongamos que nos compramos un apartamento. Lo vaciamos todo. Ponemos las maletas en tierra. El marinero ve su embarcación y sabe que todo ha acabado. Como en la muerte.»
Una enfermedad reciente lo ha dejado cojo. Su mujer tiene sus achaques. A la hija le preocupa que no puedan valerse por sí mismos.
«¿Hasta cuándo podrá seguir aquí?»
Me dirige una mirada dura: «Tendrán que sacarnos con los pies por delante».

 

 

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BARCO SOBRE AGUAS TURBULENTAS

«El Sena es la avenida más bella de París», dice Eric Piel, quien antes de jubilarse fue jefe de psiquiatría de los hospitales del centro de París y hoy vive en el Orion. «Pensé que por qué no podrían experimentarlo otros, en especial los enfermos mentales, quienes más exclusión sufren en la vida cotidiana.» Imaginó una clínica psiquiá­trica flotante: abierta pero protegida. Médicos, enfermeros y pacientes colaboraron con un ar­quitecto, y hace cuatro años se botó el Adamant, una estructura con paredes de cristal. Los pa­cientes se acercan a tomar un café, picar algo, entrevistarse con el personal médico, crear arte o simplemente disfrutar de las vistas.
Desde el primer día se esfumó toda agresividad. ¿Por qué? Nadie se lo explica, dice el director de la clínica, Jean-Paul Hazan.
«Tal vez –sugiere Jacqueline Simonnet, la jefa de enfermería– se deba al balanceo del barco.»
«Tradicionalmente los hospitales psiquiá­tricos siempre se han ocultado a la vista de la gente –apunta Hazan–. Desapareces tras unas puertas cerradas con llave. Aquí no hay puertas cerradas, todo está abierto. Hablamos de pacientes muy enfermos, pero no ha habido la menor violencia –hace una pausa–. Creo que también nos ha cambiado a nosotros, pero no sabría decirle cómo.»
Cuatro moreras que hay en el muelle marcan las estaciones. Amarillas en otoño, peladas en invierno, verde claro en primavera, verde oscuro en verano. Pasa un cormorán, insinuando la elegancia de la naturaleza. La luz reflejada del río motea el interior. La distribución es diáfana. El espacio, dice Simonnet, es fluide. El cristal borra la frontera entre interior y exterior.
Y también, al menos metafóricamente, desdibuja la separación entre «ellos»» y «nosotros», entre los enfermos mentales marginados y los supuestamente normales. «Estamos todos en el mismo barco», me dijo Gérard Ronzatti, el ar­quitecto que lo diseñó.
El espacio, como el agua, es mutable, cambia con el curso del tiempo y el devenir de los acontecimientos. «Después de la Revolución muchos monasterios se convirtieron en cárceles –prosiguió–. En el mismo espacio puedes tener libertad o encierro.» Un edificio, una sala, puede confinar o liberar, permitiendo al espíritu expandirse. Al diseñar la clínica flotante, Ronzatti optó por lo segundo. El Adamant es tan bello y fluido como el río en el que flota.

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(Otoño en el Sena, Argenteuil. Claude Monet)

 

 

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Souad Mardam Bey, velando la realidad…

 se llama Souad Mardam Bey y su obra es exponente de una cultura que no se agota en los testimonios arqueològicos de otros siglos, sino en la impronta de la actualidad, creando belleza a pesar de lo que observa y le duele de su pais y su gente.-

Souad es una artista reconocida no sòlo en su pais, sino en otros paises de Medio Oriente asi como en Occidente, habiendo expuesto sus obras en salones internacionales como en El Cairo, Beirut, Estados Unidos, Canadá y Argentina.

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Estos rostros y, sobre todo, estas miradas, son los que me han atraido a su autora.  Son ojos que comunican lo que las bocas cerradas intentan callar; es un mensaje para decodificar y sòlo se logra a traves de la emociòn y la sensibilidad que interpreta la fuerza expresiva de esas miradas.

Souad vive desde hace 14 años en Egipto y ha sido testigo de los ùltimos acontecimientos en el mundo árabe y en su propio pais, desangrado por una guerra fratricida de la que no parece vislumbrarse un final.

Sus obras muestran a su gente, sus colores los traducen y sus trazos dibujan seres que viven su misma realidad.

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Mas allá de los coloridos turbantes, caracterìsticos de la vestimenta de las mujeres sirias, los cuadros son atravesados por chorros de colores oscuros; los mismos rostros son surcados por estas manchas que, a pesar de ello, no obstaculizan la visiòn del otro, tal como ella  parece desearlo.

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Las viejas tradiciones y costumbres sirias se traducen en la vestimenta de sus personajes, existe una memoria latente de viejas imágenes de su niñez, indicador de còmo el ser humano se vincula con su medio ambiente y quedan fijas las primeras impresiones de su vida.-  Esa memoria se traduce en la consistencia etérea de alguna de sus figuras que no están exentas de elegancia y de refinamiento.

 

Souad creciò en un hogar en que convivian diversas creencias, costumbres y tradiciones; hija de madre kurda alemana y padre sirio, su arte se nutriò de la variedad y el respeto por el arte y la expresiòn del otro. De allí que sus obras participen de un simbolismo particular que se acentuò luego de instalarse en Egipto, momento en el cual intensificò su trabajo en los rostros y sus expresiones.

Las varias capas de pintura sobre las telas le dan una consistencia muy particular a la obra terminada, imprimièndole una especie de pátina que sòlo el tiempo proporciona y que ella logra con tonos dorados, terrosos, las más variadas tonalidades de rojos, blancos y amarillos.

 

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Pero en la ùltima exposiciòn de sus obras en El Cairo, se observa un cambio muy significativo. Ya a partir del nombre de esta exposiciòn lo advertimos: “Realidad velada”.-

Intentemos ponernos en su lugar: testigo de la destrucciòn de su propio pueblo y desde lejos, còmo hace una persona para no temer por su propia vida y a la vez sentir que ese miedo le impide hacer algo para evitar el daño? Sin duda que la permanente exposiciòn del dolor de su pueblo bombardeado debe dejar una huella profunda en sì misma, y – creo – debe llegar un punto en que la propia sobrevivencia, la cordura que se debe preservar para continuar, la impulsan a buscar recursos que, a veces, son de evasiòn, de un no querer ver más el horror.

Es en este momento y en esta última exposiciòn que se llevò a cabo en la Galeria de Arte Zamalek,  en donde las figuras de Souad muestran ese intento de aligerar el peso de esa realidad acuciante y no deseada, una realidad impuesta que golpea su dìa a dìa. Entonces el recurso es poner un filtro, algo que tamice la visiòn de la realidad, que no la haga tan brutal.

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En el folleto que completa la exposiciòn en la Galeria Zamalek,  están impresas las siguientes palabras de Souad: 

“Siempre digo que todo es Arte y no existe la competencia. Todo el mundo tiene su propio camino por el que transitar y cada uno tiene su propia manera de capturar los momentos de su viaje. 
Cada uno ve algo diferente y lo capta de diferente manera.
El Arte es relativo a cada persona, sin embargo, cada intento artistìco debe ser honrado y valorado de quien viene”.-

Pisanello

Pisanello, de nombre real Antonio di Puccio Pisano o Antonio di Puccio da Cereto (h. 1395– probablemente 1455), erróneamente llamado Vittore Pisano por Giorgio Vasari, fue un pintor y medallista cuatrocentista italiano. Los humanistas de su época lo aclamaron, lo mismo que poetas como Guarino da Verona. Porcellio le comparó con nombres tan ilustres como los de CimabueFidias y Praxíteles.

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(San Jorge y la princesa (c. 1436-1438), Iglesia de Santa Anastasia (Verona).)

La formación

Los años jóvenes de Pisanello estuvieron fuertemente influidos por la pintura de tradición florentina llevada al Véneto por Giotto primero y sus seguidores Stefano y Altichiero después. Probablemente se formó en el taller de un pintor de Verona, quizáAltichiero o Stefano da Verona) pues su primer estilo sigue la tradición veronesa.

 

Entre 1415 y 1420 fue asistente, en Venecia, del renombrado pintor e iluminador Gentile da Fabriano de quien adquirió su refinado, delicado y detallado estilo. Pisanello también adquirió de él el gusto por los materiales preciosos y bellas fábricas que pueden encontrarse en sus obras posteriores. Los frescos de la Sala del Gran Consejo, en elPalacio Ducal de Venecia, en los que trabajaron juntos, fueron primero retocados y modificados en 1488 por Alvise Vivarini y al fin destruidos por un incendio en 1577.

 

Su Virgen y codorniz, hoy en el Museo de Castelvecchio en Verona, está firmado por “Antonius Pisanus”. Se data aproximadamente hacia 1420. El estilo es una mezcla de los estilos de Gentile da Fabriano y Stefano da Verona. Esto puede mostrar que Pisanello fue también alumno de este último en Verona.

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(La visión de San Eustaquio (c. 1436-1438),National Gallery de Londres.)

Los primeros éxitos

En 1422 está documentada su estancia en Mantua al servicio del joven Ludovico Gonzaga, hijo del Marqués de MantuaGianfrancesco Gonzaga. Allí comenzó a adquirir gran fama en las varias corteslombardas que empezaron a disputarse sus servicios. Continuó trabajando para la familia Gonzaga hasta los años 1440.

 

Giorgio Vasari, un artista y biógrafo del Renacimiento italiano, afirma que Pisanello también trabajó en los talleres de Andrea del Castagno, autor del monumento ecuestre pintado de Niccolò da Tolentino (1456) en la Catedral de Florencia. Debió conocer igualmente a Paolo Uccello, el pintor de La Batalla de San Romano con todos sus caballos. El amor de Pisanello por el dibujo de caballos probablemente tiene su origen en esta relación. Pero como hay tanto que se desconoce de su vida, esta atribución de Vasari no es fiable y puede ser sólo una leyenda.

 

En 1424, según algunos eruditos, pintó frescos sobre caza y pesca y justas en el castillo de Pavía ese mismo año. Estos le fueron encargados por el Duque de MilánFilippo Maria Visconti. No queda traza de ellos.

En torno a 1426 volvió a Verona, donde realizó la decoración pictórica (los arcángelesMiguel y Rafael y la Anunciación) del monumento a Niccolò Brenzoni, espléndido ejemplo de escultura gótica italiana ejecutado por el florentino Nanni di Bartolo en la iglesia de san Fermo Maggiore. Según Vasari, Pisanello fue introducido en las cortes del centro de Italia por el papa Martín V y Andrea del Castagno que según el crítico aretino fue uno de sus maestros. Recientes estudios han desmentido algunas de esas vicisitudes narradas por Vasari en sus Vite respecto a Pisanello, hoy se piensa que en realidad fue su maestro, Gentile da Fabriano, quien estableció para él los primeros contactos con la ciudad papal.

 

Cuando murió Gentile da Fabriano en Roma entre agosto y octubre de 1427, su obra en la Basílica de san Juan laterano quedó inacabada. Pisanello completó los frescos de su primer maestro entre 1431 y 1432. Todos estos frescos quedaron destruidos cuando la basílica fue reconstruida en el siglo XVII por Francesco Borromini. El Kupferstichkabinet en Berlín tiene un pálido esbozo de este fresco, pintado por Borromini. Mientras estaba en Roma, se vio cada vez más influido por el arte clásico del Renacimiento.

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(Retrato de una princesa de la casa de Este (1436-1449). Louvre, París.)

La afirmación definitiva

Después de haber sido apreciado y loado por el papaEugenio IV, en el verano de1432 Pisanello dejó Roma para ir a Ferrara, a la corte de Lionello de Este, marqués de Ferrara que le encargó unaVirgen y una efigie de Julio César, ambas ejecutadas sobre tabla.

Se cree que permaneció un tiempo en Florencia. En este período pintó dos importantes retratos: Emperador Segismundo, hoy en el MuseoKunsthistorisches, de Viena (pero la atribución aún se debate) y Retrato de un hombre(hoy en el Palazzo Rosso de Génova).

Regresó a Verona entre 1433 y 1438. Allí ejecutó su obra más famosa y mejor conservada, la decoración de la capilla de los Pellegrini en Sant’Anastasia, siendo su obra maestra al fresco este San Jorge y la princesa de Trebisonda (1436-38). Tuvo que ser restaurado después de que una filtración de agua dañara el fresco a finales del siglo XIX. Preparó esta obra con gran número de dibujos que hoy se muestran en el Louvre, Paris. Muchos críticos consideran que estos frescos se realizaron en época anterior, en concreto en los años 1420.

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(Medalla de Cecilia Gonzaga: Inocencia y Unicornio en un paisaje a la luz de la Luna (1447))

A partir de 1435 Pisanello se interesó más y más en retratos y medallas. Su famosoRetrato de una princesa de la casa de Estedata de este período.

En 1438 el Concilio de Basilea negoció con el Emperador Bizantino Juan VIII Paleólogo. Para esta ocasión, Pisanello realizó una medalla conmemorativa del emperador. La presencia en la ciudad de la corte bizantina caracterizada por las vestimentas inusuales, ricas de decoraciones inéditas a los ojos del pintor, estimuló fuertemente la fantasía del artista que en obras sucesivas entró en la plena madurez, consolidando su pintura violentamente influida por el estilo oriental. Hizo dibujos con retratos del emperador y su séquito, hoy expuestos en el Museo del Louvre, sugiriendo que tenía un encargo para una pintura o fresco para la residencia Este.

De estos años data el inicio de la serie de medallas realizadas por Pisanello, siendo la primera la que representa al propio emperador de Constantinopla Juan VIII.

El fuerte lazo entre Pisanello y la corte del marqués de Mantua Gianfrancesco Gonzaga, le ocasionó diversos apuros al artista. En efecto, en 1438 estalló la guerra entre el señor de Milán, Filippo Maria Visconti y la república de Venecia. Pisanello estaba en Mantua con Gianfrancesco Gonzaga, que daba su pleno apoyo a los Visconti. En 1439las milicias del marqués aliadas con las de Visconti, atacaron bajo la guía de Nicolò Piccino una de las fortalezas de la Serenísima, cerca de la ciudad de Verona tan querida por Pisanello, que se encontró militando, para complacer a su propio protector, en las filas enemigas. Después de ser saqueada y tenida bajo asedio la ciudad fue reconquistada por Venecia y Pisanello se encontró acusado por los venecianos ante el Consejo de los Diez. Después de haber estado alejado de los territorios vénetos, en1442 el pintor fue definitivamente condenado y sus bienes confiscados, en el mismo año en que sufrió la pérdida de su madre.

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(Fresco del monumento a Niccolò Brenzoni en San Fermo Maggiore en Verona, Escena:Arcángel Rafael, 1424-1426)

Últimos años

Después de estar en Milán entre 1440 y 1441, regresó a Ferrara en 1441. Allí pintó su aclamado retrato de Lionello de Este, hoy exhibido en la Accademia CarraraBérgamo. Su Virgen y los santos Antonio Abad y Jorge (National Gallery de Londres) probablemente data de la misma época. El impresionante ciclo de frescos Escenas de Guerra y Caballería en el Palacio Ducal de Mantua, probablemente data de 1447.

Parece que este fue el período peor para el artista que se encontró, a causa de la condena que lo obligaba a permanecer lejos de sus tierras natales, en un período de grandes penurias económicas. En esta época se dedicó particularmente a la realización de sus famosas obras de joyería. En Rímini realizó las medallas deSegismundo Malatesta y Novello Malatesta.

En 1448 no se atreve a regresar a Verona para presenciar el matrimonio de su hija, a la cual el artista envió la dote desde Ferrara. Esta es la última noticia documentada y cierta respecto a Pisanello. Sólo indicaciones posteriores hablan de que, desde diciembre de 1448 hasta el final de su vida, vivió en Nápoles, donde disfrutó de gran reputación en la corte del rey Alfonso V de Aragón. El poeta Porcellio incluso escribió una oda en su honor. Pudo haber vivido cinco o seis años más, pero no queda rastro documental de él.

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(Virgen y codorniz, h. 1420, Museo di Castelvecchio, Verona)

Uno y el universo (fragmento)

Autor: Ernesto Sábato

 

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 La noticia de que los físicos habían descubierto un misterioso principio de indeterminación fue recibida alegremente por ciertas escuelas teológicas y filosóficas, creyéndose que la propia ciencia proclamaba su bancarrota y que el libre-albedrismo tomaba nueva fuerza. Ignoro por qué razón el hecho de que el hombre pueda tener libre albedrío y ser responsable de todas las tonterías que comete constituye un motivo de satisfacción para muchos filósofos. Pero dejando de lado esta cuestión, creo que la alegría es precipitada, ya que ni los propios hombres de ciencia han logrado ponerse de acuerdo, todavía, sobre el contenido y el nombre del principio: los que proponen denominarlo Principio de Indeterminación creen que es la exteriorización de una indeterminación esencial de la Naturaleza; los otros opinan que debe interpretarse como una fórmula taxativa, quizá como una medida de impotencia humana o actual de alcanzar el mundo físico, y por eso proponen que se denomine Principio de Incerteza. Los malentendidos a que ha dado origen se deben a que deriva de la hipótesis cuántica, que tiene la desgracia de ser oscura cuando es rigurosa y de ser totalmente falsa cuando todo el mundo la comprende.