Holland’s Leaguer era el más famoso de los burdeles de Londres durante el siglo XVII. Fue inaugurado en 1603 en unos terrenos situados en Southwark, en la orilla sur del Támesis, un lugar conocido como Liberty of Old Paris Gardens. Por su proximidad al Globe y otros teatros, el emplazamiento era el ideal para hacerse con clientela entre aquellos que acudían a ver las representaciones, por lo que no tardó en ser un negocio muy próspero. Al frente del local se situaba una mujer, Elizabeth Holland, nacida Baker, la más célebre prostituta de su época. Su esposo parece haber sido miembro de la familia que dirigía los bajos fondos londinenses en tiempos de la reina Isabel.
La señora Holland, a la que llamaban Bess, cambió su nombre por el de Madame Britannica Hollandia, o Donna Hollandia, lo cual sonaba mucho más sofisticado en los oídos de sus contemporáneos. Seguía así una norma que se remontaba a tiempos de los romanos y según la cual las prostitutas adoptaban un nombre profesional para distinguirse, una costumbre que aún se mantenía. No hubiera sido, además, políticamente correcto ni diplomático conservar el verdadero, dado que coincidía con el de la anciana reina Isabel. “Este cambio de nombre permitió a Elizabeth seguir la vieja costumbre que decía que la “madam” de un burdel era o flamenca o francesa, y que las prostitutas deberían llevar curiosos nombres extranjeros, acordes con la creencia tradicional de que las prostitutas extranjeras conocían su oficio mejor que las británicas.”
Bess había sido encarcelada en 1597 en la prisión de Newgate, acusada precisamente de regentar un burdel en Duke Street. Mientras otras mujeres eran deportadas a las colonias, ella tenía importantes contactos entre la aristocracia y suficiente dinero para comprar una cómoda existencia en Newgate, de modo que pagó una multa y escapó al castigo físico y a la humillación de ser azotada públicamente. Famosa por su fuerte carácter, a partir de ese momento puso todos los medios a su alcance para no volver a correr la misma suerte, lo que logró estableciendo su negocio en aquellos terrenos al sur del río, fuera de las murallas y de la jurisdicción de Londres.
No era un burdel como los demás. A diferencia de otros establecimientos de la misma clase, que apenas se distinguían de una residencia común, el aspecto de Holland’s Leaguer era el de una ciudadela, una gran mansión fortificada con su foso y puente levadizo. Había un portero custodiando el lugar, un ex convicto de proporciones gigantescas que era enteramente devoto a Bess. Él protegía a las mujeres, se ocupaba de clientes desagradables e impedía que los intrusos se colaran sin pagar. La seguridad de las prostitutas que allí trabajaban era primordial: de ninguna manera podían ser maltratadas. Cualquier tipo de comportamiento no adecuado por parte de los clientes significaba que no podrían volver a pisar Holland’s Leaguer jamás.
Se trataba, por supuesto, de un prostíbulo de lujo entre cuyos clientes se rumoreaba que se contaban el rey Jacobo I y su favorito, George Villiers, duque de Buckingham. Se servían magníficas comidas y se ofrecían placeres refinados; contaban con modistas y costureras, había inspecciones médicas, ropa siempre limpia y prostitutas de alto standing. Bess recibía personalmente a sus huéspedes y se ocupaba de atender sus deseos. Una visita al local que incluyera una cena con la prostituta más cara o con la propia madam, costaba en torno a 20 libras por cabeza, lo que, según estimaciones, podríamos traducir a alrededor de 1700 libras actuales. Probablemente cualquier actividad posterior a la cena no iba incluida en el precio, pero la cuestión es que todos se marchaban satisfechos. Y, desde luego, ningún caballero era admitido si no tenía dinero, aunque llevara uno de los nombres más importantes de Inglaterra.
Bess mandaba hacer retratos de sus empleadas, de modo que los clientes podían observarlos mientras tomaban una copa y hacer su elección. En el local se utilizabanmétodos anticonceptivos, los más habituales de los cuales eran pesarios a base de nueces moscadas empapadas en vinagre.
Durante el reinado de Jacobo I Holland’s Leaguer no fue molestado por las autoridades y continuó siendo un negocio próspero, pero posteriormente, en tiempos de Carlos I, el Parlamento comenzó una especie de cruzada contra la prostitución, y los sobornos de Bess ya no servían de nada. Su local había alcanzado una notoriedad que causaba gran escándalo, de modo que en diciembre de 1631 las autoridades decidieron intervenir y clausurarlo.
Holland’s Leaguer llegó a ser asediado por las tropas, pero cuando llegaron los soldados, cuentan que Bess los atrajo al puente levadizo, y cuando se encontraban allí lo dejó caer, haciendo que fueran a parar al foso. Las prostitutas que se encontraban en el interior les arrojaban toda clase de cosas a su alcance, entre otras el contenido de sus orinales, que a veces llenaban también con agua hirviendo. Los soldados retrocedieron apresuradamente ante el inesperado ataque. Un segundo intento se saldó con el mismo poco éxito, entre las burlas de los espectadores que asistían divertidos a la derrota de un pequeño ejército ante unas cuantas prostitutas. Las mofas y el escarnio que los militares hubieron de soportar fueron antológicas.
Bess logró eludir la acción de la justicia y huir de la ciudad. Sin embargo pasaría nuevamente una temporada en prisión en tiempos de Cromwell, siendo ya anciana. Holland’s Leaguer estaba acabado, pero la Restauración de los Estuardo en el trono en 1660 supuso su renacimiento y el florecimiento de las prostitutas: se calcula que había unas cien mil en Inglaterra, es decir, aproximadamente una de cada diez mujeres en edad de ejercer el oficio. No trabajaban solamente en los burdeles, sino también en las calles, en los alrededores de las iglesias o en tiendas que montaban para recibir a los clientes, que hacían cola ante ellas. En las tabernas ofrecían actuaciones y strip tease para seducir a los clientes y persuadirlos para subir a las habitaciones.
Notorios libertinos como el duque de Albemarle dilapidaban fortunas en una sola noche, pagando vino, mujeres y música, y en medio de este clima, Holland’s Leaguer continuaba derrochando lujo y refinamiento. Pero Bess ya no aparecía en esas veladas. Durante esa década dejamos de tener noticias suyas. La vida de la anciana tocaba a su fin mientras otras estrellas ascendían en el firmamento. Una de ellas era la actriz Nell Gwyn, quien, en sus propias palabras, fue “lo bastante puta para ser duquesa”.
Aunque Holland’s Leaguer se sostuvo algún tiempo sin Bess, finalmente echó el cierre y la propiedad se vendió hacia 1680. Pero el peculiar establecimiento quedó inmortalizado en una comedia que lleva su nombre, escrita por el dramaturgo británico Shackerley Marmion y estrenada con gran éxito en diciembre de 1631.
Bibliografía:
Encyclopedia of Prostitution and Sex Work, vol 1 – Melissa Ditmore
A Pepysian Garland: Black-Letter Broadside Ballads of the Years 1595-1639 …
The Picara: From Hera to Fantas Heroine – Anne K. Kaler
Actors and Acting in Shakespeare’s Time: The Art of Stage Playing – John Astington
Wrong Side of the River: London’s disreputable South Bank in the sixteenth and seventeenth century, ‘Essays in History’ – Jessica A. Browner
Sexo de mujer – Alicia Misrahi
She Captains: Heroines and Hellions of the Sea – Joan Druett