Holland’s Leaguer: el gran burdel de Londres

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Holland’s Leaguer era el más famoso de los burdeles de Londres durante el siglo XVII. Fue inaugurado en 1603 en unos terrenos situados en Southwark, en la orilla sur del Támesis, un lugar conocido como Liberty of Old Paris Gardens. Por su proximidad al Globe y otros teatros, el emplazamiento era el ideal para hacerse con clientela entre aquellos que acudían a ver las representaciones, por lo que no tardó en ser un negocio muy próspero. Al frente del local se situaba una mujer, Elizabeth Holland, nacida Baker, la más célebre prostituta de su época. Su esposo parece haber sido miembro de la familia que dirigía los bajos fondos londinenses en tiempos de la reina Isabel. 

 

La señora Holland, a la que llamaban Bess, cambió su nombre por el de Madame Britannica Hollandia, o Donna Hollandia, lo cual sonaba mucho más sofisticado en los oídos de sus contemporáneos. Seguía así una norma que se remontaba a tiempos de los romanos y según la cual las prostitutas adoptaban un nombre profesional para distinguirse, una costumbre que aún se mantenía. No hubiera sido, además, políticamente correcto ni diplomático conservar el verdadero, dado que coincidía con el de la anciana reina Isabel. “Este cambio de nombre permitió a Elizabeth seguir la vieja costumbre que decía que la “madam” de un burdel era o flamenca o francesa, y que las prostitutas deberían llevar curiosos nombres extranjeros, acordes con la creencia tradicional de que las prostitutas extranjeras conocían su oficio mejor que las británicas.” 

 

Bess había sido encarcelada en 1597 en la prisión de Newgate, acusada precisamente de regentar un burdel en Duke Street. Mientras otras mujeres eran deportadas a las colonias, ella tenía importantes contactos entre la aristocracia y suficiente dinero para comprar una cómoda existencia en Newgate, de modo que pagó una multa y escapó al castigo físico y a la humillación de ser azotada públicamente. Famosa por su fuerte carácter, a partir de ese momento puso todos los medios a su alcance para no volver a correr la misma suerte, lo que logró estableciendo su negocio en aquellos terrenos al sur del río, fuera de las murallas y de la jurisdicción de Londres. 

 

 

No era un burdel como los demás. A diferencia de otros establecimientos de la misma clase, que apenas se distinguían de una residencia común, el aspecto de Holland’s Leaguer era el de una ciudadela, una gran mansión fortificada con su foso y puente levadizo. Había un portero custodiando el lugar, un ex convicto de proporciones gigantescas que era enteramente devoto a Bess. Él protegía a las mujeres, se ocupaba de clientes desagradables e impedía que los intrusos se colaran sin pagar. La seguridad de las prostitutas que allí trabajaban era primordial: de ninguna manera podían ser maltratadas. Cualquier tipo de comportamiento no adecuado por parte de los clientes significaba que no podrían volver a pisar Holland’s Leaguer jamás. 

 

Se trataba, por supuesto, de un prostíbulo de lujo entre cuyos clientes se rumoreaba que se contaban el rey Jacobo I y su favorito, George Villiers, duque de Buckingham. Se servían magníficas comidas y se ofrecían placeres refinados; contaban con modistas y costureras, había inspecciones médicas, ropa siempre limpia y prostitutas de alto standing. Bess recibía personalmente a sus huéspedes y se ocupaba de atender sus deseos. Una visita al local que incluyera una cena con la prostituta más cara o con la propia madam, costaba en torno a 20 libras por cabeza, lo que, según estimaciones, podríamos traducir a alrededor de 1700 libras actuales. Probablemente cualquier actividad posterior a la cena no iba incluida en el precio, pero la cuestión es que todos se marchaban satisfechos. Y, desde luego, ningún caballero era admitido si no tenía dinero, aunque llevara uno de los nombres más importantes de Inglaterra. 

 

Bess mandaba hacer retratos de sus empleadas, de modo que los clientes podían observarlos mientras tomaban una copa y hacer su elección. En el local se utilizabanmétodos anticonceptivos, los más habituales de los cuales eran pesarios a base de nueces moscadas empapadas en vinagre. 

 

 

 

Durante el reinado de Jacobo I Holland’s Leaguer no fue molestado por las autoridades y continuó siendo un negocio próspero, pero posteriormente, en tiempos de Carlos I, el Parlamento comenzó una especie de cruzada contra la prostitución, y los sobornos de Bess ya no servían de nada. Su local había alcanzado una notoriedad que causaba gran escándalo, de modo que en diciembre de 1631 las autoridades decidieron intervenir y clausurarlo. 

 

Holland’s Leaguer llegó a ser asediado por las tropas, pero cuando llegaron los soldados, cuentan que Bess los atrajo al puente levadizo, y cuando se encontraban allí lo dejó caer, haciendo que fueran a parar al foso. Las prostitutas que se encontraban en el interior les arrojaban toda clase de cosas a su alcance, entre otras el contenido de sus orinales, que a veces llenaban también con agua hirviendo. Los soldados retrocedieron apresuradamente ante el inesperado ataque. Un segundo intento se saldó con el mismo poco éxito, entre las burlas de los espectadores que asistían divertidos a la derrota de un pequeño ejército ante unas cuantas prostitutas. Las mofas y el escarnio que los militares hubieron de soportar fueron antológicas. 

 

Bess logró eludir la acción de la justicia y huir de la ciudad. Sin embargo pasaría nuevamente una temporada en prisión en tiempos de Cromwell, siendo ya anciana. Holland’s Leaguer estaba acabado, pero la Restauración de los Estuardo en el trono en 1660 supuso su renacimiento y el florecimiento de las prostitutas: se calcula que había unas cien mil en Inglaterra, es decir, aproximadamente una de cada diez mujeres en edad de ejercer el oficio. No trabajaban solamente en los burdeles, sino también en las calles, en los alrededores de las iglesias o en tiendas que montaban para recibir a los clientes, que hacían cola ante ellas. En las tabernas ofrecían actuaciones y strip tease para seducir a los clientes y persuadirlos para subir a las habitaciones. 

 

 

 

Notorios libertinos como el duque de Albemarle dilapidaban fortunas en una sola noche, pagando vino, mujeres y música, y en medio de este clima, Holland’s Leaguer continuaba derrochando lujo y refinamiento. Pero Bess ya no aparecía en esas veladas. Durante esa década dejamos de tener noticias suyas. La vida de la anciana tocaba a su fin mientras otras estrellas ascendían en el firmamento. Una de ellas era la actriz Nell Gwyn, quien, en sus propias palabras, fue “lo bastante puta para ser duquesa”. 

 

Aunque Holland’s Leaguer se sostuvo algún tiempo sin Bess, finalmente echó el cierre y la propiedad se vendió hacia 1680. Pero el peculiar establecimiento quedó inmortalizado en una comedia que lleva su nombre, escrita por el dramaturgo británico Shackerley Marmion y estrenada con gran éxito en diciembre de 1631.

 

 

 

Bibliografía:

Encyclopedia of Prostitution and Sex Work, vol 1 – Melissa Ditmore

A Pepysian Garland: Black-Letter Broadside Ballads of the Years 1595-1639 …

The Picara: From Hera to Fantas Heroine – Anne K. Kaler

Actors and Acting in Shakespeare’s Time: The Art of Stage Playing – John Astington

Wrong Side of the River: London’s disreputable South Bank in the sixteenth and seventeenth century, ‘Essays in History’ – Jessica A. Browner

Sexo de mujer – Alicia Misrahi

She Captains: Heroines and Hellions of the Sea – Joan Druett

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Teodora de Verdion: un transexual en el siglo XVIII

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Teodora Grahn, conocida como Caballero Juan Teodora de Verdion, nació en Alemania en 1744, dentro de un cuerpo femenino que parece haberse correspondido mal con su propia naturaleza. Era la única descendencia de un arquitecto que construyó varios edificios en la ciudad de Berlín, entre los que destaca la iglesia de San Pedro. 

 

Como perdió a sus padres cuando contaba apenas seis años, fue una tía quien se ocupó de su educación en adelante. La inteligencia de Teodora se manifestó desde un principio, mostrando precoces habilidades para el lenguaje, y destacando después en el estudio de las matemáticas y los idiomas. 

 

La tía falleció unos años después. Le dejaba una herencia suficiente para cubrir sus necesidades, y Teodora fue capaz de aumentar el capital mediante inversiones en bolsa.

 

Tenía poco más de veinte años cuando, después de una larga estancia en Prusia, a su regreso comenzó a adoptar atuendo masculino. Se hacía llamar “Barón de Verdion”, pero fue descubierta. Por entonces trabajaba como secretario del pedagogo y reformador Basedow. Al conocerse que era una mujer, comenzaron a difundirse toda clase de rumores maliciosos acerca de la relación entre ambos, encerrados a veces a solas durante días enteros. Esto perjudicaba enormemente la causa de Basedow, que se vio obligado a prescindir de ella. 

 

Un día unos jóvenes la invitaron a una taberna y la emborracharon para proceder a comprobar su sexo sin oposición aprovechándose de su embriaguez. Teodora no puede soportar la humillación; no quiere permanecer más tiempo en Berlín, de modo que decide emigrar a Inglaterra. Corría el año 1770.

 

Al llegar a Londres se instala en una casa de Hatton Gardens. Siempre con identidad masculina, se ganaba la vida como traductor y profesor de alemán, francés e inglés. Su nombre era ahora “Doctor Juan de Verdion”. Su figura resultaba excéntrica, con una enorme peluca y un sombrero de dos picos que parecía demasiado grande para su cabeza. Los transeúntes contemplaban curiosos al doctor Juan caminando siempre apoyado en un bastón, con varios libros bajo un brazo y un paraguas bajo el otro aunque hiciera sol, una figura que no podía pasar desapercibida para la sátira. Era considerado una autoridad en libros antiguos, monedas y medallas, por lo que mucha gente le consultaba al respecto. De hecho, otra de sus fuentes de ingresos era la venta de libros, especialmente los escritos en lengua extranjera.

 
Tarjeta del Caballero Juan Teodora, conservada en la Biblioteca Británica

 

Al principio tuvo la fortuna de contar con el apoyo de una compatriota: la señora Swellemberg, que había llegado a Inglaterra entre el séquito de la reina. Se cree que ella le prestaba ayuda económica cuando no conseguía suficientes ingresos, lo que no ocurría siempre, ya que entre sus alumnos figuraron algunos nombres de relevancia en la sociedad inglesa. Uno de ellos fue William Cavendish-Bentinck el duque de Portland y futuro Primer Ministro, a quien enseñó alemán. Otro de sus discípulos fue el embajador de Prusia, que recibió lecciones de inglés, mientras que varios aristócratas británicos optaban por el francés. El mismísimo Edward Gibbon recurrió al doctor Juan para aprender alemán antes de visitar dicho país.

 

De vez en cuando Juan aparecía por la corte vestido con sus mejores galas y portando una magnífica espada que no le servía de gran cosa. En realidad era muy miedoso, y si tenía que regresar a casa cuando ya había oscurecido, no se atrevía a hacerlo solo. Una vez, mientras atravesaba Lincoln’s-inn-fields, se topó con unos hombres que corrían y pensó que se proponían atacarlo. Profirió un grito tan tremendo que congregó a una multitud a su alrededor. En otra ocasión unos jóvenes, conocedores de su debilidad y sospechando que se trataba de una mujer, decidieron gastarle una broma; lo siguieron desde la taberna y de pronto lo rodearon acusándole de haberles robado. Juan trató de justificarse y los remitió al dueño de la taberna de la que acababa de salir. Regresó allí con ellos, y el hombre, por supuesto, habló en su favor. Los bromistas fingieron encontrar satisfactorias las explicaciones y se fueron sin más, cumplido su objetivo de asustarlo.

 

También era frecuente verlo en las subastas de libros, en las que siempre solía comprar viejos volúmenes. Luego los llevaba a algún librero y obtenía un beneficio cambiándolos por otros o simplemente vendiéndoselos más caros.

 

 

 

 

A pesar de haber contado con personas de calidad entre sus alumnos, la reputación del doctor Juan no era muy buena, porque frecuentaba las tabernas y, aunque exquisito en sus apetencias culinarias, se entregaba a un consumo inmoderado tanto en la comida como en la bebida. Un amigo contaba que una vez lo había visto devorar 18 huevos y una cantidad proporcional de bacon. En cuanto al alcohol, en una ocasión ingirió tanto que tuvo que ser conducido de regreso a casa por dos personas que la dejaron acostado en su cama. No llegaron a desnudarlo por completo, pero para entonces ya muchos sospechaban que el doctor era una mujer. Una noche varios caballeros expresaron incluso su intención de abandonar la taberna si el doctor Juan no era expulsado de inmediato, pues estaban seguros de que se trataba de una mujer disfrazada. Teodora replicó con un juramento y los llamó sinvergüenzas

 

Ella nunca permitía que nadie entraba en su habitación; ni siquiera admitía servidores, y se ocupaba personalmente de la limpieza. Parece ser que esas eran las únicas ocasiones en las que adoptaba un atuendo femenino.

 

Sus finanzas comenzaron a ir mal. Su amigo el tabernero le ofreció hacer una colecta para ayudarla, pero ella se ofendió y respondió que si quisiera podría recurrir a los personajes más importantes del reino. Sin embargo tuvo que acabar tragándose su orgullo y aceptando sumas de diversos caballeros. Como ya no podía pagarse las comilonas de antaño, se presentaba en casa de los amigos para que la invitaran a comer, haciéndoles toda clase de promesas de devolverles el favor y recordarlos en su testamento.

 

Teodora murió en junio de 1802 a consecuencia de un cáncer de mama, o de un edema relacionado con la enfermedad. Fue enterrada en el cementerio de San Andrés, en Holborn. Tenía tal pavor a que la sepultaran viva que en su última voluntad dejó escrito su deseo de no ser enterrada hasta pasados ocho días de su muerte. 

 

Había hecho testamento como “Juan de Verdion, también llamado Teodora, profesor de idiomas de Upper Charles Street Hatton Garden”, y en él legaba todas sus posesiones al señor Denner, el dueño de la taberna en la que solía cenar. Lamentablemente el tabernero demostró poca sensibilidad hacia sus preciados libros, monedas y medallas. Nunca más se supo de la gran colección de monedas de oro y plata, ni tampoco de la espada del Caballero Teodora.

 
 
 
Fuentes:
Kirby’s Wonderful and Scientific Museum
The lives and portraits of curious and odd characters
britishlibrary.typepad.co.uk/european/2014/03/theodora-grahn-language-teacher.html
The Eccentric Mirror – G. H. Wilson
zagria.blogspot.com.es/2011/11/john-de-verdion-1744-1802-book-dealer.html#.U10NemdZodU
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El bello surrealismo de Marina Podgaevskaya

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Pintora rusa, graduada en la Serov de Leningrado en 1983, dediacansóse al diseño de interiores y en 1998 se especializó en tecnicas de pintura antigua de los grandes maestros.
Artista muy prolífica, ha pintado más de quienintos lienzos y su obra está presente en Museos, organismos oficiales y en numerosas colecciones privadas de Rusia, Estados Unidos y varios paises europeos.
Ha expuesto siempre con gran éxito en muestras individuales y colectivas.

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Delphin Enjolras

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Delphin Enjolras (13 de mayo de 1857 en Courcouron , Ardèche -1945 ) fue un pintor francés.

Enjolras estudió en la École de décoration de la Ville de Paris a las órdenes de Gaston Gerard. Más tarde, él y Pascal Adolphe Dagnan-Bouveret fueron alumnos de Jean-Léon Gérôme y Gustave Claude Etienne Courtois en la Escuela de Bellas Artes (París).

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En 1889 Enjolras debutó en la Société des Artistes Français y se especializó en la pintura de paisaje. En 1890, Enjolras expuso en la primera exposición del Salón de París. Durante este tiempo abrió su primer taller en París.

A partir del siglo XX Enjolras cambió su género por el retrato de mujeres. Las obras de Delphin Enjolras se exhiben fundamentalmente en el Musée du Puy y el Musée d’Avignon.

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El arte inmortal y suicida de Francesca Woodman

“Mi vida en este punto es como un sedimento muy viejo en una taza de café y preferiría morir joven dejando varias realizaciones, en vez de ir borrando atropelladamente todas estas cosas delicadas…”. Un último suspiro; el pensamiento póstumo de Francesca Woodman que quedaría plasmado en la carta que escribió justo antes de tirarse por una ventana el 19 de enero de 1981. Tenía 22 años.

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La directora de la galería de arte Sammlung Verbund (Viena), Gabriele Schor, decidió organizar una exposición de Woodman a principios de este año, aprovechando que contaban con 80 fotografías de la artista, 20 de ellas inéditas. Schor recuerda que “la evanescencia de la figura femenina en las fotografías de Francesca a menudo ha sido interpretada como una anticipación estética de su suicidio“. Sin embargo, en la exposición han intentado “reflejar su apasionada puesta en escena”.

Su obra se engloba dentro de las de artistas de la vanguardia feminista de los años 70 que dieron un giro a la imagen que hasta entonces se tenía de la mujer como ama de casa, sumida en un mundo gobernado por hombres.

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Usando el humor, la ironía y la autodeterminación mujeres como Suzanne Lacy, Cindy Sherman, Ana Mendieta y la propia Francesca Woodman contribuyeron notablemente a la lucha del feminismo. Su arte era un arte radical que rompía con las normas establecidas. Cualquier objeto valía para jugar y crear una obra con él; aparecía y desaparecía de sus fotografías para después volver a integrarse con el todo; disfrazaba y escondía los objetos; cambiaba el estado de las cosas.

La joven pasó su infancia a caballo entre Boulder, un pueblo del estado de Colorado, y Antella, una pequeña aldea italiana de la campiña toscana donde estuvo en contacto con reconocidos artistas de la alta sociedad de Florencia. Sus padres, ambos también ligados al mundo del arte, poseen un archivo de más de 800 fotografías de Francesca. Por el momento solo 120 han sido expuestas y únicamente se ha publicado un libro de su obra titulado Algunas geometrías interiores desordenadas de 1981.

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Sus imágenes están impregnadas de un aura fantasmal cuyo protagonista es siempre el desnudo; el cuerpo y el desnudo. Lo abstracto y lo borroso se pierde y se difumina con los salones retratados donde la propia artista hace en ocasiones de modelo. Un talento interrumpido demasiado pronto que sigue, sin embargo, evocando inspiración y sirviendo como punto de referencia para el movimiento feminista. Pero ¿cómo llegó Francesca Woodman a anhelar la muerte? El fracaso con el que tuvo que lidiar a muy temprana edad debido al constante rechazo por parte de algunos fotógrafos influyentes de Nueva York empezó a hundir su moral. Junto a ello, se señala también como condicionante el paso por una ruptura traumática que le obligó a peregrinar por varios centros psiquiátricos y que finalmente le sumió en una enorme depresión. La trayectoria de la fotógrafa ha sido tan elogiada como emulada por otros artistas, por ejemplo la canadiense Rebecca Cairns.

Untitled. Francesca Woodman, 1977-1978

En la muestra de Viena, que lleva abierta desde el 20 de enero y que se mantendrá hasta el 21 de mayo, se muestran 80 de sus fotografías. Cuando se pregunta a Gabriele Schor, directora de la muestra, por su instantánea favorita, lo tiene claro: “La titulada Mi casa, de 1976. Esta fotografía muestra el interior de una habitación y en su esquina hay una figura femenina envuelta en una lámina transparente. El papel de aluminio se convierte en una segunda piel o una demarcación con el mundo exterior. Protege y delimita el cuerpo al mismo tiempo, sin dejar de preservar la relación con el espectador a través de la transparencia. La manera en la que ha dispuesto los accesorios dentro de la habitación es también muy llamativa, parece que todo ha sido bien pensado”.

Cuando la exposición cierre sus puertas las 80 piezas fotográficas viajarán al Bozar de Bruselas donde permanecerán del 18 de junio al 31 de agosto. Gabriele Schor, comisaria de la Sammlung Verbund, asegura que aunque no tienen fijado ningún otro destino, les gustaría  traer la exposición a Madrid, “una de las ciudades más bellas del mundo”, elogia Schor, donde parte de su obra ya se expuso el verano pasado en el Círculo de Bellas Artesjunto a otras artistas feministas.

Francesca Woodman se despide de la vida: “Un día más desperté sola en estas sillas blancas. Un instante entre muchos, una transición hacia otra historia. Todo lo demás es un universo sugerido. Un cuento misterioso y evocador. Fin de la historia”.

 

Por: Sara Lorente 29 de abril de 2014

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KV 40, el santuario de las momias

El hallazgo en el Valle de los Reyes de medio centenar de cuerpos, incluidos príncipes y princesas de la dinastía de Tutankamón, enciende el mundo de la egiptología

 

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Una imagen de la tumba descubierta en el valle de los Reyes en Luxor (Egipto). / REUTERS

Las nuevas momias, estrellas recién llegadas al mundo de la egiptología, no recibían ayer. La tumba KV 40 del Valle de los Reyes (Luxor), en la que han sido descubiertos, en uno de los hallazgos más sensacionales de los últimos tiempos, más de medio centenar de cuerpos embalsamados, incluidos los de varios príncipes y princesas de la 18 dinastía (la de Tutankamón), estaba cerrada a cal y canto. A 45 grados y bajo un sol de justicia, el Valle aparecía resplandeciente como un horno calcáreo e igual de inhabitable para cualquiera que no estuviera ya momificado. Los escasos turistas no se aventuraban tan lejos: llegaban como máximo hasta la tumba de Ramsés III, pasada la de Tutankamón.

La tumba KV 40, muy discretita, pegada a la KV 64, con la entrada tapada por una trampilla de hierro, está más allá, al principio del ramal que conduce al risco donde se encuentra la de Tutmosis III (KV 34). Millones de visitantes han desfilado ante el lugar en los años buenos del turismo sin imaginar el tesoro egiptológico que se escondía ahí. Ayer, en una soledad absoluta, podías saltar el pequeño murete que bordea el camino, agacharte y apoyar la oreja en la trampilla metálica, ardiente como una barbacoa. No se oía nada, lo que en realidad, si bien se piensa, resultaba tranquilizador (sobre todo si has visto El retorno de la momia).

El hallazgo ha sido realizado por un equipo de la Universidad de Basileadirigido por Elina Grothe, que trabaja en la tumba desde 2011 en colaboración con el servicio de antigüedades egipcio. Acabada la temporada de excavaciones, ahora no hay nada que hacer en el lugar —más allá de confirmar que el Valle puede dar sorpresas en el sitio más insólito—. Un espíritu menos romántico podría sentirse decepcionado pero la completa soledad, el misterio que emana de la tumba cerrada, el aire eterno, que de tan seco parece que te bese una momia en los labios cortados, y la maravilla del entorno, justifican con creces la visita.

El descubrimiento es obra de un equipo de la universidad suiza de Basilea

KV 40 es una de las muchas tumbas menores poco estudiadas, mal conservadas y olvidadas del Valle de los Reyes. Pequeñita, sin propietario identificado, fue excavada muy superficialmente en 1899 por Victor Lore, que no publicó informe alguno. Había sido saqueada varias veces en la antigüedad y en el siglo XIX.

Los cuerpos embalsamados, rodeados de infinitud de restos de ataúdes de madera y equipo funerario, textiles, vasijas, vasos canopos, máscaras, etcétera, han aparecido hechos trizas, en un revoltijo caótico. Varias de las momias son de príncipes y princesas de la dinastía 18, una de las más importantes del Antiguo Egipto, a la que pertenecieron faraones como Tutmosis III, Akenatón y Tutankamón.

 

Las momias y sus ajuares han sido hallados tras excavar y limpiar el pozo de acceso de seis metros que daba paso a varias cámaras subterráneas. De momento se han identificado en la tumba 30 nombres gracias a las inscripciones en elementos como las jarras funerarias. Ocho de esos nombres han sido descifrados como los de hijas de reyes y cuatro como de príncipes. Se trataría de familiares de Tutmosis IV y Amenofis III. Entre los nombres aparecen los de personajes desconocidos como Ta-im-wag-is y Neferanebo. Hay asimismo niños momificados, lo que es insólito en el Antiguo Egipto

Inicialmente se hablaba de un cachetreal, un escondite de momias reales, como los encontrados en la tumba del sumo sacerdote Pinodjem II en Deir el-Bahri y en la de Amenofis II (KV 35), que permitieron dar con prácticamente todo el who’s who de la realeza del Imperio Nuevo (dinastías 18 a la 20, 1549-1064 antes de Cristo). En este caso de la KV 40 estaríamos ante algo diferente, una acumulación de momias de la familia real en la que no habría faraones ni reinas, sino personajes principescos, entre otros. El Valle de los Reyes sigue dando sorpresas y arrojando enterramientos que no encajan con nuestras clasificaciones habituales, como sucedió con el depósito de material de momificación hallado hace unos años (2005) por Otto Schaden y bautizado como KV 63.

“Creemos que estamos ante miembros de las familias de la corte real”, ha explicado por parte del equipo suizo la directora del departamento de Egiptología de la Universidad de Basilea, Suzanne Bickel, para la que posiblemente haya “un montón” de hijas de Amenofis III. Las momias y el material han aparecido muy dañados, no solo por la acción recurrente de los saqueadores sino porque en algún momento se produjo un incendio en el interior de la tumba, seguramente causado por las antorchas de los ladrones.

Para redondear la complejidad del hallazgo, la tumba fue utilizada como depósito de momias al menos otra vez, en el siglo IX antes de Cristo, en tiempos del Tercer Periodo Intermedio, cuando la necrópolis real ya había sido abandonada. Se trataría esta vez de una familia de sacerdotes que reutilizó el sepulcro.

El hecho de que hayan aparecido momias de la familia real de la dinastía 18 tiene una importancia enorme y ha sacudido el ámbito egiptológico. “¡Es excitante!”, confirmó ayer a este diario la gran especialista egipcia en momias Salima Ikram. Igual entusiasmo mostró José Manuel Galán, director del Proyecto Djehuty en Dra Abu el Naga, que recordó que la zona era de mucho potencial y que el propio Zahi Hawass estaba interesado en excavar en ella antes de que se lo llevara por delante la revolución egipcia.

La noticia del descubrimiento, revelado el lunes por el ministro de antigüedades Mohamed Ibrahim, ha animado Luxor, decaído por el descenso del turismo y el anuncio de la sentencia de muerte contra los Hermanos Musulmanes, que no augura precisamente una recuperación de las visitas. Curiosamente (o no) la noticia del hallazgo coincide no solo con la sentencia sino con la inauguración oficial, hoy, de la copia facsímil de la tumba de Tutankamón, realizada por la empresa de Madrid Factum Arte y que culmina años de trabajo. La combinación de dos noticias culturales tan potentes como el hallazgo de momias principescas y la apertura de esa atracción que va a ser la réplica exacta de la tumba —colocada junto a la casa de Howard Carter a la entrada del Valle— trata sin duda de animar el sombrío panorama y reactivar el interés del turismo. “La gente está necesitada aquí de buenas noticias”, reflexionaba ayer Adam Lowe, fundador y director de Factum, mientras acababa de dar los últimos toques a la nueva, nuevecita tumba de Tutankamón.

 Luxor 

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Anecdotario secreto de Salvador Dalí

El pintor Antonio Pitxot cómplice y amigo, desvela el lado más íntimo del artista en un libro de conversaciones con el historiador y crítico Fernando Huici March

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Descubrir a estas alturas algo nuevo o poco conocido sobre Salvador Dalí, puede sonar a ciencia ficción. Son decenas y decenas los libros publicados sobre el artista en todo el mundo y él fue el primero en hablar profusamente de sí mismo en sus abundantes escritos. Solo su gente más próxima puede tener todavía algo nuevo que contar. El pintor Antonio Pitxot (Figueres, 1934), alumno, amigo y confidente del artista, inseparable durante las dos últimas décadas de vida de Dalí, puede que sea el único que aún puede aportar novedades sobre el artista. Las anécdotas que guarda en sus recuerdos son muchas y gran parte de ellas las había comentado hace años con el historiador y crítico Fernando Huici March en los numerosos encuentros que ambos han mantenido desde 1983. Azuzados por Luis Marquina, sobrino de Pitxot, ambos decidieron ponerse las pilas y dejar constancia de esas vivencias en un libro-entrevista titulado Sobre Dalí que a finales de este mes publica Planeta. Estas son algunas de las anécdotas menos conocidas incluidas en el libro

 

El padre de Dalí

El viejo Dalí era muy apasionado. Era un hombre vehemente, corpulento e intolerante. Presencié un día una bronca terrible que echó a una pareja de la que después, yo me hice muy amigo. Él se había comprado una Montesa y llevaba a su novia en la moto. Venían de la playa. Iban en traje de baño porque venían de bañarse. Salió Dalí padre de su casa. Los paró y les echó una reprimenda como si fuera Savonarola: qué desvergüenza, qué falta de pudor…Tremendo.

Los cisnes

Dalí tenía cisnes en Port Lligat que nadaban por la pequeña bahía. Me dijo que lo había hecho inspirado por los que habitaban en nuestra casa de El Sortell. Pero como no podía dejar las cosas en su estado normal, a los suyos les ponía una caperuza sobre la cabeza con una vela. De noche hacía que les prendiesen la vela y los soltasen por la bahía, y los cisnes nadaban con la vela encendida hasta que se hartaban, me fían la cabeza en el agua y se acababa el espectáculo. Tenía tal querencia por sus cisnes que los hacía disecar cuando moría.

La maldad de Gala

Ana María (hermana de Dalí) contaba escenas chocantes sobre lo mala que era Gala ya desde su primera aparición en Cadaqués con Paul Éluard, su marido, quien había tenido tuberculosis y de pronto se ahogaba. Cuando ocurría, Gala tenía unas inyecciones con las que se recuperaba. Durante una excursión en el cabo de Creus el poeta tuvo una crisis. Ana María corría y aullaba buscando a Gala. En un recoveco entre las rocas encontró a su hermano tendido en el suelo y a Gala haciéndole trabajos especiales. Después de esto, Éluard se marchó a Barcelona y Gala y Dalí viajaron a Málaga y Torremolinos, donde Gala hizo el primer top less de la historia de España. Era 1929.

 

Hipocondríaco

Los dos hermanos eran muy aprensivos. No solo hipocondríacos. Veían peligros en todas partes. Con terrores increíbles. Ibas con Dalí por la calle, y si venía un perro, pasaba al otro lado, y te ponía a ti de escudo. Era auténtico porque te decía “si muerde, que te muerda a ti”.

Sin ideología

Dalí decía “yo pago lo que haga falta para que no me den la lata”. Quería que le protegiera de las maldades del mundo. De ahí viene su respeto y fascinación por la autoridad, por todo lo que era autoritario. no tenía ideología, no era una persona que tuviera opinión de cómo había que gestionar un país. Era exclusivamente daliniano. No tenía la más pequeña convicción de nada. Si había obstáculos para ejecutar sus ideas, era capaz de saltar por encima de ellos, como hicimos más de una vez en el museo.

Exageraciones

Además de formarme como pintor quería que me adentrase en los secretos de su propio mundo. Me decía, “Sobre todo no olvides que las exageraciones siempre son pocas en arte. Hasta cuando hables en público o hagas algún comentario, las exageraciones son siempre imprescindibles. Otra cosa de la que me advertía era de aprovechar los accidentes. “El accidente es sagrado. no lo olvides nunca. Una cosa accidental no la dejes escapar. Obsérvala, analízala, utilízala y aprende de ella”.

Arrabal

Dalí y Arrabal se conocían de París. Un día apareció por el museo y no le quiso ver. “Enséñale tú el museo y le dices textualmente que no lo quiero recibir por lo mal que se portó la Valleé des Cèvres”. Era una especie de prostíbulo de las afueras de París donde se hacían bacanales y donde, según Dalí solo veías culos que se agachaban y levantaban y donde fornicaba todo el mundo, cada uno a su ritmo. Parece que Arrabal involucró en las historias que había contado a personalidades relevantes de la sociedad parisina, alguna indiscreción que podía haber tenido repercusiones. En todo caso, cuando murió Dalí, Arrabal me puso un telegrama en el que decía: “Sé que eres seguramente la única persona que lo siente”.

No tenía la más pequeña convicción de nada. Si había obstáculos para ejecutar sus ideas, era capaz de saltar por encima de ellos

Rafael

Sabía todo sobre VelázquezVermeerRafael. En la Academia de Bellas Artes de San Fernando lo expulsaron precisamente por culpa de Rafael. “Cogí la bola con el tema que me tocaba y leí: Rafael, pintor del Renacimiento”, y me entró un nerviosismo, como una especie de salto al corazón y les dije: “Miren, yo sé mucho más de Rafael que todos ustedes juntos, por lo tanto, me niego a contestar”. El tribunal le respondió. “Bueno, pues entonces, vuelva usted otro año, porque este ya está suspendido y, además expulsado”. Siempre decía. “Imagínate, preguntarme a mí por Rafael….”

Magritte

Dalí lo quería mucho. Contaba que te recibía en su casa y decía: “Hoy es día de familia”. Y ese día se paseaba por casa sin pantalones ni calzoncillos. Y si alguien llamaba a la casa les advertía. “Lo siento, pero estoy en familia”. Si insistían en entrar, abría del todo, diciéndoles que ya les había advertido, y se encontraban con todo el espectáculo. Creo que lo hacía sin ninguna clase de sensacionalismo, solo porque a él le gustaba pasear con el culo al aire por su casa.

Duchamp

Duchamp era un habitual de Port Lligat. Me lo había presentado más de treinta veces, pero no se había fijado en mí. Estaba a sus cosas y jugaba al ajedrez con Lluís Marsans. Dalí se preguntó por lo que hacía y por la pintura. Duchamp, con cara de palo, le respondió. “Yo, ya sabes, la pintura…está ya muy lejos. Estoy ahora en otro universo”. Mientras hablaba, se toqueteaba un granito que le había salido en la cara. Pero Dalí insistía en preguntarle sobre lo que hacía. “Nada. Juego al ajedrez, muy ocupado con el ajedrez”. Entonces Dalí, solo por incordiar le preguntó. “Y cuando juegas al ajedrez, ¿ganas o pierdes”. Duchamp, colérico, pegó un tirón y se arrancó el grano

 

 Madrid

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Algunas de las cartas publicadas en “Correspondencia Pizarnik” de Ivonne Bordelois, – (Editorial Planeta, 1998.)

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A Monique Altschul
Buenos Aires, 1/V/69


Querida Monique: 
Aunque mi silencio sea imperdonable, sé que habrás de perdonármelo. Estuve en New York (2 días en el YWCA y 17 en casa de unos amigos, en el West Village) y cada noche quería llamarte. En fin, tendría que ponerme a contar la abismal distancia que se me suele abrir entre el deseo y el acto. Es mi herida central y también, supongo, el lugar de donde manan los poemas (o uno de los lugares). New York me horrorizó; el Village apenas me hizo sonreír, y cuando tengas tiempo y ganas te ruego explicarme cómo es posible vivir en EE.UU. No fui a Harvard a ver a Yvonne ni a Iowa a verte a ti porque contaba los minutos que faltaban para huir de la Gran América. 
Por fin me fui a París, mi “patria secreta” (cierto París, naturalmente). 
Muchas gracias por tu cariño por mis poemas (el habérselos dado a Robert Bly es un ejemplo). En cuanto a mandarme las traducciones, me temo que mi inglés no sea suficiente. Claro es que mis amigos anglófilos podrían ayudarme pero te tengo confianza (y soy muy desconfiada) y creo que no hace falta mi visto bueno. Ahora bien: si para tu tranquilidad, preferís enviarme las traducciones, entonces hacelo como y cuando quieras. 
A propósito de traducciones, he conocido y quedado en muy buenos términos con el Sr. José Castillo, del Center for Inter-American Relations, 680 Park Ave., New York, NY 10021. Él se ocupa de todo lo referente a la parte literaria. Cuando le di mi último librito manifestó su deseo de hacer traducir en revistas sus poemas. De modo que le interesaría mucho, imagino, relacionarse con vos y que tu envío de la revista de Bly con mis poemas sería una excelente oportunidad. 
Me alegra muchísimo el interés que despierta en Bly y en Porrúa tu antología latinoamericana. Lo que me cuentas sobre Sánchez Pelaez —dale, por favor, mis saludos más afectuosos y mi enorme admiración— que se instalará en Iowa City me lleva a pensar que debe de ser un lugar especial. tal vez algún día vaya yo misma, a escribir y a visitar papelerías de lujo. Siempre que no tenga que leer poemas ni dar conferencias. 
Me alegra, también, tu viaje a México. Te ruego saludar de mi parte a los Grandes, es decir: Leonora Carrington (a quien no conozco, hélas!), a mis amigos Ramón Xirau, Pedro Coronel y Mondragón, a mis admirados Homero Aridjis y Emilio Pacheco. Y si te aburres por no conocer gente grata y amable, andá a ver a mi amiga la cuentista Amparo Davila: 
Río de la Plata 14-1 
México 5, D.F. 
Y si podés, mandame una postal con un pajarito de muy vivos colores. Un abrazo 


Alejandra 
Montevideo 980 – 7ºC
Buenos Aires 

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A Sylvia Molloy
Miramar, Viernes 6, 24 hs.


Ma Chère S., se te extraña aquí, si supieras cómo se te extraña aquí. Y muy en especial se piensa en tu “segundo” rostro —el que traté torpemente de describirte. Espero ser chez toi materia de nostalgia, si es que tenés tiempo y espacio libres para mí, ahora que andás por el lugar de las metamorfosis y de los descubrimientos. 
Hoy cometí mi primer acto heroico. Fui a la playa. Pero no estoy tranquila, no estaré tranquila hasta que no escriba como yo deseo sobre lo que deseo y de la manera que deseo. Nada más estúpido que alentar estos deseos y no obstante son más fuertes que mi sentido erítico y mi sentido del humor. De todos modos escribo poco y mal. A causa de ello dibujo un poco, pour me réchauffer un peu, para invitar al Gran Silencio a posarse en mi memoria. Pero qué te estoy diciendo para mi capote! Decíme pronto si vendrás en Semana Santa pues en caso contrario no me interesa quedarme en Nachtua, quiero decir en Miramar. Envié sendas cartas a las Hamadas Olga e Yvonne de modo que si venís llamálas por si desean también venir. 
Après les pluies et les rires et les saisons 
et les fourrures et le soleil et notre sourire 
il reste une chose inal-te-ra-ble:je t’aime beaucoup, 
beaucoup, beaucoup, 
d’ace? 
Exhaustivos abrazos, querida amiguita, y más aún 
Alejandra 
Otra perita von Avila: “Peribañez o el Comendador de Ocaña” de Lope de Pera. 
Hacer un bello caballerete renacentisco mit die hand und mit die gregüeseos von culotem de soie.

 

Debajo está ella, Alejandra

A 78 años del nacimiento de Alejandra Pizarnik…

¿Poeta maldita o libretista de su propio mito?

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Cuentan que cuando Alejandra Pizarnik era ya una poeta de culto, un joven escritor quiso homenajearla con un ramo de lilas, flores emblemáticas de su literatura. Casi sin mirarlo, la autora lo apartó como se despeja al no iniciado de las puertas de un club exclusivo: su devoción por esas flores, se sabía, era puramente literaria. Episodios como éste, en los que el “personaje alejandrino” (mítico ropaje de ficción) se confunde con la mu jer blanca, menuda y de ojos verdes de las fotografías, explican que a treinta años de su muerte, Alejandra Pizarnik (1936-25 de setiembre de 1972) siga siendo el nombre más enigmático de la literatura argentina. Un misterio que crece ante la constatación vergonzante de que hoy no existen ediciones de Pizarnik en el país, salvo remanentes en librerías de viejo, porque las recientes publicaciones españolas se agotaron o nunca fueron traídas. Actualmente un conflicto de derechos mantiene demorada la impresión local de su Prosa completa, aparecida en enero en España.

Su obra (“una escritura densa y llena de peligros a causa de su diafanidad excesiva”, como ella la definió en un reportaje de 1964), su vida (que terminó una noche en que los barbitúricos, por error o voluntad, fueron demasiados) y su leyenda (alimentada por el ideal surrealista de fusionar vida y literatura) han sido recitadas por devotos en trance y analizadas con lupa por la crítica, que la ha encontrado genial o kitsch, según el viento. En Internet, sus señas disparan 3.107 ofertas entre websites en varias lenguas, reseñas y papers.

¿Quién fue Pizarnik? ¿La transgresora que coquetea con la obscenidad enLa bucanera de Pernambuco o la poeta de las palabras “puras”, aprendidas en la tradición francesa? ¿La seductora de conversación deslumbrante y dicción de metrónomo o la tímida que, tras sorprender con un beso apasionado al escritor Ricardo Zelarayán, alegaba que había sido “un beso por prescripción médica”, para exorcizar deseos lésbicos? ¿La “pequeña náufraga” de la leyenda o la hábil libretista de su propio mito que pinta César Aira en una biografía española, jamás importada a la Argentina? ¿La posesa que escribía durante 14 horas, anotando con colores rabiosos cada libro (como revela su biblioteca, un tesoro escondido en el barrio de Barracas) o la que dudaba de “la importancia de ”ganarse la vida” una misma”? 

En su biografía de AP (Corregidor), Cristina Piña distingue no menos de tres Alejandras adolescentes: la desenvuelta entre amigos; la silenciosa, que ya presiente un lazo con la escritura, y la que en los tiempos de la Facultad de Filosofía y Letras coteja hallazgos con Juan Jacobo Bajarlía, su mentor, mientras espera la aparición en 1955 de La tierra más ajena, su primer libro (del que luego renegará religiosamente). Están además los rostros de las infinitas cartas que escribió, mezclando poemas con dibujos, desde Buenos Aires, Miramar, París entre 1960 y 1964, quizá la época más feliz de su vida, y luego, al regreso. Reunidas por Ivonne Bordelois enCorrespondencia Pizarnik (Seix Barral), revelan una Alejandra calidoscópica, tan dada al ruido y la bohemia como a la melancolía. Expurgado con celo —muchos de los nombrados aún caminan—, este epistolario testimonia amistades, blanquea pasiones —sus amores con Silvina Ocampo se llevan el primer puesto— y ofrece una bitácora de época.

A lo ya publicado y agotado, se sumaron de 2000 a esta parte textos que encarnan dos nuevas versiones: la Pizarnik sin cortes de Obra Completa(Lumen) y una breve biografía de César Aira (Omega), ambos publicados en España. La edición de la obra completa llevó veinticinco años. Esos avatares son contados por primera vez por la poeta Ana Becciú, protagonista de esa conjura positiva y factótum de las nuevas ediciones (pág. 3). 

Poesía completa, el 1er. tomo, llegó a la Argentina en 2001, pero hoy es inconseguible. Sudamericana la reeditará en diciembre con pie de imprenta argentino. El 2ø, Prosa está demorado. A modo de anticipo, la escritora Ana María Moix lo “lee” para esta edición (pág. 4). 

Del otro lado del mar, por la devaluación y la falta de olfato, quedóAlejandra Pizarnik, la biografía de Aira escrita para la colección de Vidas Literarias que dirige la novelista española Nuria Amat. Provocativa y personal, esta versión de Pizarnik garantiza comidilla cuando llegue al Plata. No porque sume información nueva o secreta (de hecho, Aira desestimó la chance de consultar los diarios de AP), sino por su punto de partida —la construcción deliberada del “personaje alejandrino”— y por el tono usado para narrar lo que se elige contar (cuando menos, ligero). En una maratón de 76 páginas se habla de fragilidad psíquica, plagio, adicción a pastillas de distinto tipo y “dificultad de vivir” como elementos usados por Pizarnik para armar su “mito de escritora” maldita (un concepto temprano del autor deVaramo).

Puesto a reconstruir la vida social de Pizarnik, Aira demuele a todo el campo poético de la época. En una operación provocativa típica de la vanguardia, donde resuenan los famosos “Epitafios” de la revista Martín Fierro, carga contra Raúl Gustavo Aguirre, fundador de Poesía Buenos Aires: “Uno de esos hombres angélicos que terminan volviéndose el centro de un amplio círculo porque nadie se decide a hablar mal de ellos”. Oliverio Girondo y Norah Lange aparecen como dos divertidos empinadores del codo, Octavio Paz es una “pomposa mediocridad” y Roberto Juarroz, un mal alumno de Antonio Porchia. Luego, suma a Olga Orozco, Enrique Molina, J. J. Ceselli y los despacha en lote: “No eran jóvenes y llevaban apacibles vidas burguesas. (…) Pizarnik, con su cultivado aire de adolescente definitiva, su falta de empleo y sus vagas promesas de autodestrucción, fue adoptada por todos ellos con entusiasmo unánime. (Todos la sobrevivieron, y ninguno dejó pasar la ocasión de dedicarle un poema a su cadáver).” 

Aunque la distinga como el último lujo de la literatura argentina, Aira presenta a Pizarnik como una niña eterna, mantenida de sus padres (inmigrantes judíos llegados de Rovne en el 34), torturada por el insomnio y el miedo a la locura. Un identikit de leyenda, incluso contra la intención declarada del autor, que en un brillante libro previo sobre la poesía de AP (Alejandra Pizarnik, Beatriz Viterbo), se había propuesto valorar la obra y erradicar el mito de la escritora suicida.

El personaje Pizarnik, por cierto, existía. Tomándose el pelo a sí misma, AP daba cuenta de él: “Me siento aún adolescente pero por fin cansada de jugar al personaje alejandrino”, escribe en los 60 desde París a León Ostrov, su primer psicoanalista, con quien mantuvo una profusa correspondencia (ver pág. 12). De esa época data el proyectoFragmentos de un diario, París 1962-1963, que se suma a los diarios que Pizarnik llevó entre 1954 y 1972. En ellos, la crítica Nora Catelli rastrea huellas de autores interpelados y asimilados en “bibliotecas paralelas. ” Para Catelli, esta obra es única en nuestra lengua. (ver pág. 5)

El grueso de los papeles de Pizarnik se encuentra hoy en la Universidad de Princeton, EEUU. Pero en la Argentina quedan algunos tesoros. Pablo Ingberg, escritor y periodista, cuenta cómo en 1987 la biblioteca de Pizarnik llegó a su casa. “Yo trabajaba con Mario Nesis, sobrino de Pizarnik, en el Banco Central. Un día Mario me dice que había muerto su abuela, Rosa Brommiker, y que su madre —Myriam, única hermana de Alejandra— estaba pensando en donar la biblioteca. Me ofrecieron que eligiera algunos libros. Contra oferté: ”Elijan ustedes los que quieran donar, yo me llevo el resto””. Anotaciones de puño y letra , citas y comentarios son algunas de las sorpresas que depara esta joya en la que pueden rastrearse asombros y preferencias (Lautréamont, Ginsberg…). 

Cada uno de estos textos aporta una pieza al rompecabezas Pizarnik, aún incompleto. Bromista lujosa, quizás AP reiría de quienes se debaten entre persona y personaje, encendería un cigarrillo para contrariar al asma que la acompañó toda la vida, y aguardaría el final del puzzle: en Diarios, hoy en suspenso a raíz de la salida de Esther Tusquets de Lumen, están los secretos y los nombres que faltan. Hasta entonces, la mejor tajada es del silencio. 

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Autora: Raquel Garzòn (Nota publicada con fecha 09/2002 en Revista Ñ)