Por Juan Cano Ballesta
La literatura del exilio fue brutalmente ignorada en España durante décadas. En los momentos más duros de la censura se borraban nombres o se tachaban alusiones a ellos, se prohibían libros, se retiraban ediciones, se vigilaba la importación de ciertos autores o se prohibía exhibirlos en los escaparates de las librerías. Las jóvenes generaciones salían del instituto con desconocimiento, a veces total, de prestigiosas figuras de las letras como Lorca, A. Machado, J. R. Jiménez, R. Alberti o L. Cernuda.
Por ello, al estudiar la poesía española más reciente, me causó gran sorpresa detectar en los nuevos poetas una profunda e incondicional fascinación por ciertos poetas del exilio, que en épocas anteriores habían sido considerados malditos. Entre los más citados por los jóvenes de los años ochenta y noventa sobresale el poeta y ensayista Luis Cernuda, que pasó largos años en California y Méjico y murió en 1963. Su obra fue muy leída, comentada e imitada (entre otros) por Jaime Gil de Biedma, tan admirado y venerado por las jóvenes generaciones. Gil de Biedma aprendió precisamente de Luis Cernuda el gusto por la lectura de los poetas ingleses, románticos y de otros de nuestro siglo. Gracias a Cernuda y a un libro muy citado por todos, The Poetry of Experience de Robert Langbaum, poetas de la llamada «poesía de la experiencia» han hallado el fondo teórico y los modelos ansiosamente buscados para crear un tipo de lírica novedosa y original. Bajo el magisterio de Luis Cernuda y Jaime Gil de Biedma, toda una poderosa tendencia de la poesía española más reciente ha florecido en los últimos lustros y goza hoy de abundante prestigio jugando un papel dominante entre jóvenes creadores. La veneración por Luis Cernuda ha enseñado a muchos jóvenes la familiaridad con reconocidos poetas ingleses, los ha ayudado a entender mejor el término «poesía de la experiencia» (la amplitud y profundidad de este concepto), a considerar la creación lírica como un acto de ficción y a conocer mejor la lírica inglesa.
Fue también el contacto vivo con la poesía de Luis Cernuda el que, junto con otras circunstancias, condujo a poetas de los cincuenta y otros más jóvenes, al interés por el mundo, el arte y el espíritu helénico. Jaime Gil de Biedma no oculta su proximidad a Cernuda cuando dice: «Estoy completamente de acuerdo con él [Luis Cernuda], por ejemplo, en que haber ignorado a Grecia es una de las más graves omisiones cometidas por la cultura española…».
El poeta barcelonés señala a Cernuda, asiduo lector y conocedor de Hölderlin, como inspirador, con otros, de esa fascinación por lo griego, que se ha convertido, a juicio de Luis Antonio de Villena, en la «línea poética predominante y más seguida en los años ochenta y entre la generación más joven». Sin estar de acuerdo con esta generalización de Villena, sí creo que la poesía de gusto helénico es una tendencia poética, que tiene innumerables seguidores.
Benjamín Prado, al hablar de los gustos de novísimos y postnovísimos, afirma que estos estetas mostraron un gusto reverencial por la obra de Vicente Aleixandre y una identificación evidente con las de Luis Cernuda y Juan Gil-Albert. Miguel d’Ors señala cómo Cernuda es uno de los maestros más reconocidos en los años del esplendor novísimo. Luis Antonio de Villena aglomera en su libro Hymnica «las más diversas tradiciones», en las que destacan Cavafis y Luis Cernuda. J. L. García Martín considera la de Juan Luis Panero «una poesía de estirpe cernudiana» y cree que en Víspera de ladestrucción (1970), de Jenaro Taléns «resulta evidente el magisterio de Luis Cernuda». Pero también otros poetas más jóvenes se dejan arrebatar por este fervor cernudiano: Manuel Sánchez Chamorro, Francisco Castaño, Vicente Gallego, Javier Lostalé o José Lupiáñez se inscriben en la línea neocernudiana. La alusión al mundo clásico en Invocaciones (1935) de Luis Cernuda fue inspiración y aliciente para poetas como Fernando Ortiz, Abelardo Linares o Felipe Benítez Reyes, que usan frecuentes referencias al mundo clásico. Para el reconocido experto Miguel d’Ors, una de las cuatro grandes corrientes de la poesía más reciente (escribe en 1994) arranca precisamente de maestros como Cernuda, Gil-Albert o Cavafis. Es una poesía sensual sobre la juventud, el cuerpo, el verano, el sur, el mar, la noche, el erotismo y los temas homoeróticos, que cultivan ciertos poetas, sobre todo andaluces, que siguen una especie de estetismo paganizante. La obra de Luis Cernuda, ignorada en España durante décadas, se ha convertido para las jóvenes generaciones en modelo e inspiración de una poesía viva, de aventura y de placer, sensible a la experiencia cotidiana e impregnada de sensualidad